Este artículo se enfoca en por qué los padres deben prepararse, emocional e intelectualmente, para interactuar con la inclusión y enseñarla a sus hijos desde la empatía y el respeto, y llevar este valor incluso en la escuela.
Bárbara Anderson es la madre de Lucca, un niño mexicano con parálisis cerebral infantil. En su libro, Los dos hemisferios de Lucca (Editorial Aguilar, 2019) narra los viajes que ella y su familia hicieron a la India para someter a su hijo al tratamiento alternativo del científico Rajah Vijay Kumar, quien inventó el Cytotron, una máquina que, a grandes rasgos, repara neuronas.
Pero los esfuerzos de Anderson no terminan en la experimentación médica (con resultados asombrosos, por cierto) o en la publicación de ese libro, sino que apenas empiezan. Fundó, junto con Katia D’Artigues, la Asociación Civil Yo También que es, en sus propias palabras, “una plataforma de contenidos sobre discapacidad, inclusión y accesibilidad”. Bárbara Anderson trascendió su compromiso maternal y familiar, al social. Es activista por los derechos de las personas con discapacidad y ha impulsado cambios constitucionales en temas de inclusión.
De acuerdo con sus testimonios, a raíz de las complicaciones de encontrar escuela para Lucca y ser éste discriminado por una institución, en 2017 intervino en la estrategia “Equidad e Inclusión” del Nuevo Modelo Educativo para la incorporación de los alumnos con discapacidad en escuelas regulares.
Si bien los cambios más significativos para impulsar la inclusión y abatir la discriminación se obtienen a través de políticas públicas y de activismo social, también los valores humanos y la correcta información son muy importantes en estos procesos sociales.
Este artículo se enfoca en por qué los padres deben prepararse, emocional e intelectualmente, para interactuar con la inclusión y enseñarla a sus hijos, desde la empatía y el respeto y generar que éstos los repliquen en su escuela, con la esperanza a que un niño como Lucca se logre sentir bienvenido en cualquier escuela del país.
Como Bárbara Anderson, hay miles de mamás y papás que enfrentan a diario las dificultades de una sociedad y —en este caso específico— el de una escuela sin contenidos inclusivos y sin una infraestructura que los considere. La participación familiar para prevenir la discriminación es una acción de generosidad de padres a padres. Significa aligerar el peso de paternidades más adversas a la propia.
La importancia de la participación familiar
La discriminación se aprende, pero también se aprende la tolerancia. Los padres pueden contribuir a cambiar, e incluso parar, la exclusión social en las escuelas.
Un artículo de investigación publicado en la Revista Latinoamericana de Educación Inclusiva, escrito por especialistas de la Universidad de Salamanca, en España, afirma que “la escuela no es el único contexto educativo, sino que la familia, los medios de comunicación y la sociedad en general desempeñan un importante papel en el proceso”. Añade que la familia, como cualquier otro agente, tiene un papel clave en el desarrollo de los niños y jóvenes, y que nadie puede ni debe encargarse de su educación en solitario. Se trata de una tarea que se resuelve mejor entre más personas participen en ella.
¿Qué es la educación inclusiva?
La educación inclusiva es aquella que no discrimina, prohíbe, restringe, excluye o niega la enseñanza a nadie en disposición de recibirla. La UNESCO, en su documento Inclusión en la Educación, dice que “las diferencias socialmente aceptadas o percibidas” no son motivo para rechazar la educación de nadie. Es decir: ni el sexo, el origen étnico o social, el idioma, la religión, la nacionalidad, la posición económica (o) las aptitudes son impedimento para la educación.
La educación inclusiva significa, precisamente, que los grupos excluidos, marginados y vulnerables tengan acceso al conocimiento. También tienen pleno derecho al respeto y a las mismas oportunidades según sus necesidades, capacidades e individualidades.
En ese orden de ideas, las escuelas y los sistemas educativos inclusivos son aquellos que no ponen obstáculos a la enseñanza. Por el contrario, invitan a ejercer el “derecho fundamental a aprender”.
La doctora Gabriela Begonia Naranjo, de la Universidad Pedagógica Nacional, señala que a partir de los noventa, las políticas de educación inclusiva ganaron mayor centralidad en los programas de gobierno en México. Así lo escribe en su artículo “Educar en y para la Diversidad de Alumnos en Aulas de Escuelas Primarias de la Ciudad de México”: “Como parte de la reforma global del sistema educativo mexicano, se adoptó un modelo de integración educativa, lo que implicó, entre otras cosas, que las escuelas comunes abrieran sus puertas a todos los educandos, particularmente a quienes presentan necesidades educativas especiales con o sin discapacidad.”
¿Cómo son las escuelas y los sistemas educativos inclusivos?
Hay escuelas inclusivas que aceptan y apoyan según las necesidades y fortalezas de cada alumno. Sus sistemas educativos están hechos o adaptados con este fin y cuentan con recursos —estrategias, equipos, materiales y especialistas— que permiten a todos los estudiantes aprender e integrarse socialmente.
Son pocos los centros educativos con este perfil, ya que suponen un acondicionamiento significativo en su estructura y funcionamiento. Según Bárbara Anderson en un artículo sobre la Ley de Educación en México, en 2019 eran 1,681 escuelas especiales o Centros de Acción Múltiple donde sólo estudiaban personas con discapacidad. Había otras 4,423 unidades de servicio que ofrecían servicios de educación para que las personas con discapacidad fueran incluidas en escuelas regulares.
La mayoría de las escuelas no están del todo preparadas, pedagógica y estratégicamente, para trabajar con la diversidad. Sobre todo con los estudiantes denominados neurodivergentes.
En la práctica, la integración educativa había sido en un principio asumida como responsabilidad casi exclusiva de las instancias de educación especial. Sin embargo, Begonia Narajo explica que “el desarrollo e impulso de políticas de inclusión educativa ha tenido, como uno de sus efectos, el que en las escuelas sea cada vez más frecuente la presencia de niños que, por sus características, condiciones u origen, habían estado históricamente excluidos o en escuelas segregadas.”
Ella indica que, por ejemplo, los alumnos con discapacidad, eran mayoritariamente atendidos en escuelas de educación especial. Este tipo de escuelas todavía existen, ahora en México, transformadas en Centros de Atención Múltiple (CAM). Pero hay avances y, hoy, los alumnos con discapacidad tienen mayor presencia en las escuelas comunes.
Estos avances en inclusión se deben, en opinión de la doctora Naranjo, a “las transformaciones sociales, las migraciones, los avances en materia de derechos humanos, la mayor cobertura en los niveles básicos de educación”, entre otros factores.
Una mirada completamente incluyente
Según Angélica María Barrero en su artículo para la Revista Latinoamericana de Educación Inclusiva, “Estado del Arte sobre Concepciones de la Diversidad en el Contexto Escolar Infantil”, la diversidad es la característica de ser únicos y diferentes.
Es por este motivo que en una educación inclusiva se atienden las necesidades de todos los estudiantes, no sólo de los vulnerables. Desde este enfoque, los estudiantes promedios, aunque no estén atravesados por una situación de discapacidad o desplazamiento social, también son visibilizados. Barrero señala que “la diversidad es una característica inherente a todo los alumnos porque cada uno es único e irrepetible”.
Papás, lo inclusivo está en la mente
Parte de las características que definen a la escuela inclusiva es que no hay requisitos específicos de entrada (todos son bienvenidos), y que la enseñanza parte de creer que el niño es capaz. Así lo afirma en su blog, Doble Equipo: Formación y acompañamiento, grupo español de profesionales del ámbito educativo enfocados al trastorno del espectro autista y otras condiciones del desarrollo.
Esta configuración de escuela ideal, independientemente de la visión y del equipamiento, contempla una “relación positiva de colaboración con las familias; regida por el respeto, actitudes reflexivas, empáticas, de escucha activa y proactivas”. Es decir, el ambiente inclusivo no es propio de las escuelas inclusivas; se puede y se debe construir y expandir a los centros educativos comunes, con el apoyo de maestros, familias y estudiantes.
Uno de los obstáculos de enseñanza de los niños que pertenecen a grupos excluidos, marginados y vulnerables, es un ambiente escolar hostil y violento. Los directivos y maestros deben poner en práctica acciones educativas en materia de inclusión y no discriminación en su espacio laboral.
Al mismo tiempo, algo que sí pueden controlar los padres es la sensibilización. Reflexionar con su hijo sobre temas como la desigualdad social, las discapacidades físicas y mentales, la orientación sexual, las creencias religiosas, los orígenes étnicos, la situación de los niños y adolescentes inmigrantes, entre otros.
Esto implica diseñar en conjunto qué es lo mejor para el hijo y/o alumno y determinar qué educación se quiere y hacia dónde caminar. “Ese camino conduce hacia una educación inclusiva en la que todos participan activamente, transformando la escuela en base a los principios de normalización e igualdad de oportunidades, y donde el respeto a la diversidad está presente como valor y principio de la acción”, señalan María Isabel Calvo, Miguel Ángel Verdugo y Antonio Manuel Amor en el artículo anteriormente mencionado publicado en la Revista Latinoamericana de Educación Inclusiva.
En ese modelo, familia y escuela son dos caras de la misma moneda. Tienen roles diferentes pero complementarios dirigidos a un objetivo común.
Para terminar
Te sugerimos consultar los cursos al público en general del Consejo Nacional Para Prevenir la Discriminación (Conapred), como el de ¿Cómo promover la inclusión y la no discriminación en la escuela?, que parte del entendido de que la educación inclusiva es el elemento fundamental para prevenir y eliminar la discriminación, tanto en la escuela con en la sociedad.
También te recomendamos el artículo, también del Conapred, Diez cosas que los padres pueden enseñarle a sus hijos sobre la discapacidad de otros niños, sugerencias para ayudar como padre a que los hijos reflexionen desde la visión correcta de la discapacidad.