La toma de decisiones, la autogestión y la autonomía son las herramientas que progresivamente debemos de procurar que niños, niñas, y jóvenes, ejerciten.
Un cartón humorístico que lleva algo de tiempo circulando en redes sociales muestra a un paciente ante su psiquiatra:
—Recéteme algo que pueda tomar para ser feliz —pide el paciente.
—Tome decisiones —responde el psiquiatra.
A pesar de los beneficios que saber tomar decisiones trae a la vida de cualquier joven o adulto, las generaciones jóvenes no desarrollan tan tempranamente esta habilidad. La razón es que muchas veces los adultos les evitan las situaciones que requieran decidir.
Esto tiene que ver con los prejuicios del adulto hacia los menores. También, por supuesto, con los modelos educativos en los que los contenidos están más dirigidos a la obediencia ciega al mayor, a la ejecución memorística, al aprendizaje de conceptos estáticos o a la disciplina sin empatía.
Este factor, aunado a la sobreprotección de los padres, vuelve poco probable que los jóvenes puedan ejercitar la toma de decisiones. Eso atrofia el desarrollo y la experiencia de muchos otros valores como la valentía, la responsabilidad y la empatía.
Hablemos entonces de qué podemos hacer para promover la autonomía de nuestros pequeños aprovechando las situaciones y aprendizajes que se involucran en las tomas de decisión.
La finalidad de la educación debe ser el desarrollo de la autonomía
Jean Piaget escribió en El juicio moral del niño que la finalidad de la educación debe ser el desarrollo de la autonomía. Esto cambia por completo la intención que debe de tener tanto el maestro como el padre y la madre a la hora de contribuir a la educación de un niño. Esta premisa está llena de sentido en vista de que la toma de decisiones o la ausencia de ellas definirán la vida de nuestros hijos.
Empecemos por hablar sobre qué es autonomía. Constance Kamii escribe para la Universidad de Illinois una investigación acerca de qué implica esta postura del psicólogo Jean Piaget, quien definió que: “El desarrollo de la autonomía, en resumen, significa llegar a ser capaz de pensar por sí mismo con sentido crítico, teniendo en cuenta muchos puntos de vista, tanto en el ámbito moral como en el intelectual.”
Decimos que la autonomía, entonces, es un proceso complejo en el que no sólo nuestros hijos tienen que poder elegir algo, sino estar conscientes de las opciones y sus implicaciones. Kamil desarrolla en el mismo documento la idea de que la autonomía significa gobernarse a sí mismo, mientras que la heteronomía es lo contrario: ser gobernado por los demás.
Aquí tenemos el primer punto objetivo que justifica la importancia de educar a nuestros hijos siendo capaces de tomar decisiones, y consiste en promover su autoconocimiento, autogestión y autocontrol en vez de la dependencia o sujeción a las decisiones de los demás.
Enséñales a crear mapas mentales
En el artículo Ayudar a los niños a tomar decisiones de Gia Miller, un consejo principal se desarrolla y tiene que ver con que nos situemos en el lugar de los pequeños. Ellos son nuevos en el campo de poder elegir y trazar caminos, por lo que será muy útil que tú les compartas tu experiencia. Para Gia Miller, que los padres compartan experiencias en el proceso que necesitan para tomar una decisión, será fundamental para su desarrollo.
En palabras de la autora, “pensar en voz alta cuando esté tomando decisiones, desde qué hacer para la cena hasta dónde ir de vacaciones, puede ayudar a los niños a entender cómo está llegando a ellas [a las decisiones]. ¿Cuáles son sus alternativas? ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de cada una?”
Sé su equipo para revisar escenarios
Aunque no parezca un juego tan divertido, una charla alrededor de lo que podría pasar si tu pequeña o pequeño escogen equis o ye escenario, le hará ser consciente de las implicaciones que tienen sus actos para sí mismo y los demás.
A manera de plática y no de regaño, procura usar esta poderosa herramienta con tus hijos. Piensa que también podrá ejercitar su empatía. Sobre todo en el caso de que logren conectar con cómo se encuentran y se desencuentran nuestras decisiones y las de los otros.
Construye un primer nivel para elegir
Inicia desde algo no muy complicado para ellos. Facilita dos opciones entre las cuáles tu hija o hijo podrá elegir. Puede tratarse de lo que quiere comer en la semana, de la ropa que puede elegir para algún evento, o de la película que verán juntos en la noche, pero que se trate de su decisión entre opción A y B.
Y cuando se acerquen a consultarte
Celébralos por consultarte cuando la decisión comprometa su bienestar o el de los otros. También anímalos a cuestionarse si de verdad necesitan tu ayuda en escenarios más sencillos. Ahora bien, siempre tendrás preguntas que contribuirán a que ellos mismos descubran y ejerzan su autonomía a pesar de tenerte como apoyo. Rescatamos ocho que son sugeridas por Miller en el artículo antes mencionado:
- ¿Qué decisión debo tomar?
- ¿Cuáles son mis opciones, incluyendo las menos preferidas?
- ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de cada opción?
- ¿Hay alguna regla (política escolar, hora de llegada, etc.) que debo considerar al tomar mi decisión?
- ¿Cómo afectará esta decisión a los demás?
- ¿Qué me dice mi instinto?
- ¿Cómo me hace sentir esa decisión?
- ¿Cuál es mi plan B?
Como recomendación para que tengas una charla con tus hijos sobre su autonomía, incluye el tema de las malas decisiones y como las de este tipo son igual de importantes para la vida. Hazles saber que el miedo a elegir mal no debe de hacerles temer tomar una decisión, pues incluso al equivocarse estarán aprendiendo.