5 reglas para manejar las discusiones con tu pareja cuando hay niños en casa

Los conflictos y desacuerdos forman parte de la convivencia diaria. Es inevitable y común discrepar con desconocidos, amigos, familiares y parejas. Lo que no es saludable es que perjudiquen a otros.

En estos tiempos de pandemia en los que mis seres queridos y yo compartimos (aún más) espacio de casa la mayor parte del día, ¿cómo puedo gestionar una discusión delante de mis hijos?

En el caso de los conflictos de pareja, si no hay una buena gestión de la situación, los mayores afectados serán los hijos. Pero, en aras del confinamiento, nos hemos visto obligados a recluirnos en nuestros hogares: para mucha gente, la casa se volvió morada, escuela y lugar de trabajo. Siendo realistas, convertir el espacio de reposo y tranquilidad en un campo de batalla multifactorial puede acarrear complicaciones. 

De acuerdo con el Center for the Study of Traumatic Stress (CSTS), el aumento en el tiempo de convivencia en espacios comunes puede fortalecer la unión familiar, pero también también el estrés y los conflictos en las parejas. La propuesta es que hagamos de los conflictos una oportunidad de mejorar la comunicación con todos dentro de casa resolviéndolos constructivamente.  

Sabemos que antes era más factible que en pareja escogiéramos discutir mientras los niños se encontraban en la escuela o en casa de algún amigo, o bien que tomáramos la decisión de hablar en otros espacios. Pero ahora que estas prevenciones no son tan viables, ¿qué pasa si discuto con mi pareja frente a mis hijos?, ¿estos conflictos tienen alguna repercusión en ellos? 

El impacto de los conflictos no va a ser el mismo en cada individuo. Puede variar en relación a la edad, sexo y personalidad de los hijos. SOMOS, una Clínica Psicológica en Madrid en entrevista con Eva Carnero para el País, menciona que: “Cuanto más pequeños sean los niños, más problemas a nivel psicológico pueden causarle estas discusiones, pero también la pre-adolescencia y la adolescencia tiene sus riesgos”.

Los niños pequeños pueden manifestar regresiones en cuanto a su desarrollo evolutivo. También pueden ganar estrés, baja autoestima, sentimientos de culpa, mal humor, ansiedad y miedo al abandono. Muchos de estos sentimientos los pueden acompañar incluso en su etapa adulta si no trabajan en ellos.

Por otro lado, si las discusiones se manejan de forma adecuada, pueden convertirse en una oportunidad de aprendizaje. De esta manera, los hijos, en otras etapas de su vida, pueden desarrollar formas asertivas en resolución de sus conflictos.  No obstante, si los conflictos se expresan desde la agresión, también lo aprenderán y pueden llegar a normalizar e imitar los mismos patrones de comportamiento.

Considerando que lo más pertinente para el caso sería entender el lugar de una hija o hijo frente a las peleas de sus padres, nos vimos en la tarea de situar las experiencias de algunas personas cercanas, tanto como la propia, dentro de una situación similar. De tal manera, haciendo el recuento de infancias frente a padres que discuten, aterrizamos las siguientes soluciones:

1. Reconoce y respeta al otro 

Reconocer y respetar las emociones de tu pareja es el primer paso. Es necesario escuchar activamente y tratar de ponernos en los zapatos del otro. El CSTS menciona tres puntos que te pueden ser útiles en el momento del conflicto:

  1. Trata de comprender a la otra persona, más que buscar rebatir sus comentarios.
  2. Para evitar malentendidos, repite con voz calmada y gentil a la pareja lo que dices y pregunta si se ha comprendido correctamente tu punto.
  3. Evita usar ideas preconcebidas, tales como: “Él nunca me escucha”, “Siempre es lo mismo con ella”, “Sólo se preocupa por sí mismo/a”.

2. Evita el silencio

No subestimes la capacidad de los niños. También se dan cuenta cuando algo está mal, aunque no se haya dicho nada. Y es que justamente no saber qué pasa y solo ver que tus padres se ignoran no es nada grato. Es entendible si ambas partes se dan un momento para pensar la situación, pero evadirlo y no hablarlo, no lleva a ningún camino.

Por otro lado, el silencio también puede generar una atmósfera igual de insoportable que ver volar platos e insultos, puesto que también es una herramienta de violencia. Por ello es recomendable:

  1. Monitorear nuestro interior e identificar qué es eso que impide el flujo de comunicación. 
  2. Hacer un compromiso de continuar el proceso. Cuando ambas partes estén preparadas, regresar y retomar el diálogo. 

3. No utilices a los hijos-hijas para hacer daño a tu pareja

Muchas veces nos acordamos de que las más épicas peleas de nuestros padres comenzaron por una tontería (o no) y escalaron hasta cierto punto donde parecía que el único fin era dejar ver a los hijos quién es el malo de la historia: “Es que tu mamá siempre dice esto”, “¿Ves? Mira cómo se comporta conmigo”, entre tantos ejemplos.

Para hacerle frente a ello, podemos:

  1. Aceptar las emociones que nos envuelven y expresarlas de forma respetuosa.
  2. Hablar con calma de las cosas conforme van sucediendo, en vez de soltarlas juntas como explosión.
  3. No utilizar a los hijos como intermediarios o jueces de nuestros actos. Ese papel no les corresponde y pueden salir perjudicados.

4. Establecer acuerdos para abordar los conflictos

Es necesario acordar con tu pareja qué límites no pueden traspasarse. Por ejemplo: 

  1. Hablar desde el respeto: no levantar la voz ni violentar al otro. 
  2. Acordar qué temas pueden hablarse frente a los hijos y cuáles no.
  3. Establecer cuáles son los momentos idóneos para hablar. Puede sonar tonto, pero no es lo mismo abordar un tema después de haber dormido lo necesario a hacerlo desvelado y con hambre; la disposición de escuchar y de hablar cambia.

5. Pedir disculpas 

Este punto habla por sí mismo. Al fin y al cabo, somos humanos y a veces las cosas escapan de nuestras manos. Así que no está de más que si el desacuerdo con tu pareja escaló a un conflicto más fuerte, pidas una disculpa, tanto a tu pareja como a los niños. Quizá en su momento el vaso se desbordó y no tuviste un buen manejo de la situación, pero puedes mostrar que se puede aprender de los errores. Aunque recuerda, eso también implica no repetirlos.

No siempre es sencillo, pero es necesario hacernos de herramientas que nos permitan relacionarnos y comunicarnos mejor con aquellos que amamos. La buena gestión de nuestros conflictos puede ayudar a nuestros niños a relacionarse desde una forma más gentil y cuidadosa con otros y consigo mismos, pero también nos abre las puertas a seguir dialogando desde los afectos. Nunca es tarde para cultivar herramientas desde el amor. 

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