Amar a un hijo más que a otro es un sentimiento común entre papás y a la vez uno muy silenciado. Te compartimos cómo puedes equilibrar y mejorar la convivencia entre hermanos.
Lo sentimos por los hermanos menores, pero los padres sí tienen un hijo favorito y suele ser el mayor. Destacados estudios sociológicos han comprobado que, en la mayoría de las familias conformadas por dos o más hijos, hay preferencia materna o paterna por el que nació primero. Por cierto, esto es psicológicamente normal.
Pero antes de que el o la primogénita use este artículo para burlarse de sus hermanos menores, aclaremos que el favoritismo a veces recae en otras variables que no son el orden de nacimiento. Por ejemplo el sexo del niño (la tendencia cultural es la madre por el hijo y el padre por la hija), el momento cronológico de los padres o los gustos compartidos.
Lo que es seguro es que el trato diferencial perjudica a todos, tanto al hijo favorito como a los que no lo son. Los hermanos perciben el favoritismo y su personalidad se ve significativamente afectada. Por ejemplo, los hijos menores tienden a presentar baja autoestima, mientras que el primogénito puede llegar a sentir presión por cumplir las expectativas de los padres.
Hay casos donde el origen del acoso escolar es esta relación con los padres, ya que los niños traducen su papel secundario en la dinámica familiar como falta de amor propio y de herramientas autoafectivas para respetarse y defenderse de los demás.
¿Se puede querer a todos por igual?
La importancia de lograr un nivel afectivo similar entre hijos no sólo puede evitar resentimientos y reproches familiares, sino afectaciones significativas en la calidad de la relación entre hermanos (rivalidad, celos, violencia) y, sobre todo disminuirá la probabilidad de que presenten comportamientos problemáticos en su adolescencia.
La lectura del favoritismo es distinta para los hijos porque ellos sólo entienden que son más o menos amados, o más o menos merecedores de atención y mimos, y que hay un problema en su persona. Por ello, es importante saber que tener mayor afinidad con uno es frecuente, pero favorecer que sea así no es sano y se tiene que corregir de inmediato.
Antes de comenzar con los consejos, me gustaría partir de cuatro recomendaciones —inspiradas de A Profundidad: El Hijo Favorito del psicólogo Santiago Duque— para afrontar y eliminar de una vez por todos este tema tabú en la familia.
- Ser críticos con la existencia de un hijo preferido. Platiquen y reflexionen en pareja por qué creen que existe esa afinidad.
- Cuestiónate cómo puedes moderar o eliminar ese favoritismo desde tu propia convivencia familiar. Qué acciones específicas puedes corregir para suavizar esa preferencia.
- Analiza tu relación con tus hijos. Diagnostica tu favoritismo. ¿Cuánto tiempo destinas a uno y a otro? ¿Cuáles son las necesidades de cada uno? ¿En qué área de sus vidas necesitan más apoyo y de qué tipo? ¿Cómo crees que puedes acceder más a tu hija o hijo?
- Sé amable contigo. No te culpes por tus sentimientos, tener un hijo favorito es una situación común así como psicológica, social y culturalmente normal. Lo importante es saber cómo mitigarlo y contribuir desde ahora a una dinámica saludable entre hermanos.
No es posible amar a los hijos por igual, pero sí lo es evitar un trato parental diferencial. Te damos cuatro consejos de orientación y estrategia para que tus hijos no se enteren cuál de ellos es el favorito, prácticamente apoyando por igual.
Trato igualitario es: mismos afectos, cuidados, oportunidades y castigos
Que tengas un hijo favorito no significa que ejerzas explícitamente el favoritismo. Empieza a ser consciente de las situaciones en las que desplazas a uno de tus hijos y corrige.
Intenta poner en práctica un trato igualitario en escenarios cotidianos, por ejemplo, los tipos de regalos y festejos en su cumpleaños, las recompensas a los esfuerzos escolares y los permisos con amigos. De igual manera, en los castigos y en la asignación de tareas de la casa.
En áreas más complejas de la relación, brindar los mismos cuidados físicos y emocionales es primordial. Hay que intentar reaccionar y accionar con el mismo nivel afectivo —según la urgencia y gravedad, claro— en situaciones como enfermedades comunes, accidentes menores o estados de ánimo normales.
Por ejemplo, no privilegiar en atenciones un resfriado y otro no, la caída en bicicleta de uno y no del otro. Un accidente doméstico o una tristeza pasajera de cualquiera de tus hijos debe atenderse por igual. Tus hijos contrastan tu estado de alarma o preocupación con la que tuviste con su hermano en una situación similar.
Lo mismo ocurre en el ámbito académico y recreativo. Hay que ofrecer las mismas oportunidades deportivas y artísticas, lograr una balanza en cualquiera que sea el caso (inscribir a clases de guitarra a uno y a clases de natación a otro, según sus intereses, pero que se sienta un equilibrio). Asistir por igual a sus presentaciones o competencias. Exigir el mismo compromiso a la disciplina. Apoyar por igual con la compra de equipo y material.
Recuerda: No favorecer, no desplazar y no demeritar es un ejercicio de todos los días.
Mismas atenciones no significa mismo tipo de atención
Tus hijos no son iguales y favorecerlos por igual no es la mejor estrategia parental. Sí, parece contradictorio, pero si consideras la autonomía o dependencia de cada uno de ellos en tus esfuerzos por ser ecuánime, notarás que sus necesidades —afectivas, sociales, escolares, de aprendizaje, de aprobación, de atención y competencia— no son las mismas y por lo tanto tu energía estará mal distribuida. El trato no tiene que ser igual, pero sí el mismo, ¿me sigues? Brinda la misma atención, pero no las mismas atenciones.
Ofrecer más apoyo emocional a uno y más independencia a otro parece un trato justo porque responde a que tus hijos son únicos y diferentes entre sí. En este caso no es quién recibe más y quién recibe menos, es si tus hijos están recibiendo lo que necesitan. A veces la preferencia es preocupación pues notas ciertas dificultades (sociales o de aprendizaje) que quieres compensar. Conocer y adaptar tus atenciones y cuidados, es otra forma amorosa de llegar a una crianza sin carencia afectiva de un lado.
Busca momentos a solas con cada uno
Genera situaciones a solas con cada uno de tus hijos y que estos sean equitativos. Puedes planear una salida al mes con cada uno de ellos, preguntarles qué quieren hacer o a dónde quieren ir. Un momento con mamá o papá solo para ellos reforzará su lazo afectivo, y quién sabe, tal vez obtengas de ellos las respuestas a cómo quieren que estés presente en su vida.
Hay que decirlo, entre más apoyo, menos capacidades
La psicología dice que se protege y apoya a quien más lo necesita, y esto es otra forma de favorecer. Esto es totalmente contraproducente porque proporcionar toda la atención a un niño le resta capacidades para cuando adulto. Compensar con cuidados es contribuir a que ese niño, en un futuro, no pueda funcionar en la realidad, no tenga herramientas prácticas y emocionales para el día a día. Si todo le damos en su infancia, todo le quitamos en la adultez.
Hay que orientarlos, desde empezar a preparar su propia comida hasta solucionar un problema práctico. Enseñarles los procesos de la decepción o la frustración, por ejemplo. La clave es: acompañar, no resolver
En primera lectura, el favoritismo parece solo un tema de sensibilidades entre los hijos, un gran elefante rosa en la convivencia familiar, pero se trata de una situación muy compleja y con fuertes consecuencias en la relación entre hermanos. La afinidad hacia cada uno de ellos, las muestras de cariño y de apoyo configurarán no sólo su carácter y seguridad ante la vida, sino su relación entre ellos.
A veces, el trasfondo de la discusión en las reuniones familiares es el del hijo favorito y el motivo más frecuente de terapia también; podemos prevenir para que uno de los reproches más comunes en la adultez de tus hijos no sea el por qué preferiste más a mi hermano que a mí.
Para sumar a tu perspectiva:
A Profundidad: El Hijo Favorito de Santiago Duque