Formas nuevas de utilizar el lenguaje, de vestirse, de querer: valores que ya no son los de antes se ponen al centro de un imaginario que no termina aún de formarse. Me pasa a mí con mi familia y es muy probable que te pase a ti con tus hijes.
Nota preliminar: El siguiente artículo está escrito utilizando el lenguaje incluyente, en el que las vocales con inflexión de género (-o y -a) se ven reemplazadas por una vocal que se considera neutral o sin carga de género (-e). Lo anterior aplica en aquellas palabras que hacen referencia únicamente a personas.
Este tipo de uso del lenguaje propone una alternativa al masculino genérico (es decir, cuando para referirnos a un salón lleno de niñas y niños decimos solo «niños»). De igual forma, este uso del lenguaje, propone visibilizar identidades de género no hegemónicas, como aquellas que no responden ni a un género ni a otro.
Es normal sentirse frustrade al enfrentarse a construcciones dentro de este lenguaje por primera vez; sin embargo, es importante saber que su uso en este artículo no busca arremeter contra les lectores. Por el contrario, se adopta su uso para hablar de un tema que nos concierne a todes y en el que vale la pena educarnos para poder entender mejor a nuestres hijes y su generación.
Esta no es una historia nueva. Cada generación ha roto con la generación pasada. La diferencia es la apertura que esta generación le otorga a identidades que han existido siempre. A pesar de que la homofobia sigue siendo un serio problema, ahora hay espacios, recursos y medios que retratan a personajes LGBTQ, que han contribuido a cambiar el paradigma.
Dentro de este nuevo paradigma, distintos conceptos que hace años jamás habrían cruzado un salón de preparatoria, se están volviendo cada vez más comunes. En este artículo, vamos a explorar algunos de estos conceptos con la finalidad de que puedas abrir canales de comunicación con tus hijes.
Aquí valdría la pena detenerse un poco y hacer algunas acotaciones: un tema que separa fuertemente una generación de otra (lo digo a partir de mi propia experiencia con mi madre) es la idea de que orientación sexual e identidad de género son lo mismo.
La orientación sexual nace a partir del deseo, es decir, si me gustan hombres, mujeres, ambos, o ninguno. Dentro de las nuevas generaciones, la orientación sexual comienza a percibirse como un espectro y no como un binario.
Es decir, alguien no será fijamente heterosexual u homosexual, sino que existen distintos grados de bisexualidad o un grado adyacente de asexualidad. La escala Kinsey es uno de los fundamentos para entender la sexualidad de esta manera, y las notas en torno a esta que propone James Weinrich son útiles para la mejora de su comprensión.
La identidad de género, sin embargo, responde a otra cosa: a cómo me identifico. Es decir, si me siento más como hombre, como mujer, como ambos o como ninguno. Por ejemplo, una persona trans es una persona que se identifica con un género distinto al que se le asignó al nacer.
Lo que te gusta y cómo te identificas
Nuestra cultura pone la identidad de género y la identidad sexual casi como sinónimos, y esto nace a partir de una generalización que es errónea: a los hombres sólo les gustan las mujeres y a las mujeres sólo les gustan los hombres. En cuanto aceptamos que no siempre es así, podemos también darnos cuenta que la identidad de género y la orientación sexual son independientes la una de la otra.
Si bien la orientación sexual es un tema que se discute desde hace algunas generaciones (en México, el Frente por la Liberación Homosexual marchó por primera vez en 1978), la presencia del concepto de identidad de género en los medios convencionales es relativamente nueva.
En occidente esto responde, entre otras cuestiones, a algunos trabajos cumbres de filósofes como Judith Butler y Michel Foucault, aunque en realidad estas obras solo cimentaron teóricamente lo que ya ocurría en del mundo real.
Sally Hines, en su libro ¿El género es fluido?, habla sobre el paradigma de género en occidente y en el mundo. «Los sistemas de género en occidente han seguido tradicionalmente un modelo binario, en el que hombre y mujer se entienden como las únicas categorías posibles y en el cual hombre y mujer se entienden como fundamentalmente diferentes. Al considerar sistemas de género a lo largo del mundo, es evidente que este no es el caso en otros lugares».
En México nos podemos encontrar con un ejemplo bastante citado para hacer hincapié en esta reflexión: la identidad Muxe dentro de las comunidades zapotecas se entiende como un tercer género que toma características tanto de lo femenino como de lo masculino. Otros ejemplos de identidades que se escapan del binomio femenino-masculino incluyen a la identidad hijra de Asia del sur, mahu de Hawaii y Tahití, fa’afafine en Samoa y waria en Indonesia, entre muchas otras identidades.
Tu hije puede o no identificarse con el género que le asignaste
En Occidente, ya comienza a hablarse sobre las identidades no-binarias. Para Hines, este es un término que representa o encapsula aquellas identidades que, como las listadas arriba, no caen dentro de lo que significa ser hombre o mujer. Tampoco tiene que existir un nombre específico para una cierta identidad. Lo que este quiebre de paradigma está representando es el concepto —bizarro para una sociedad enraizadamente judeocristiana— de existir en la forma que nos sea más cómoda.
Esto, como se mencionaba arriba, es necesario entenderlo para poder tener conversaciones más liberadoras con nuestres hijes. Tu hije puede o no ser heterosexual. Tu hije puede o no identificarse con el género que tú le asignaste. Entender desde donde se siente identificade tu hije es entender también qué es lo que le hace feliz.
También, desde un aspecto práctico de la crianza, es importante tener estos referentes para saber cómo responder frente a nuestres hijes. Sentirse orgullose de elle si, por ejemplo, te comparte que es homosexual o bisexual, que se identifica como no binarie o es trans, no tiene que ser motivo de gran escándalo.
Siempre es mejor preguntarle a nuestres hijes qué es lo que les haría sentir más cómodes. Si te nace, y a elles les parece una buena idea, organizar una cena puede ser una gran manera de celebrarles que hablen de su identidad, así como de darnos un espacio en el que podamos conversar con elles y dejar que respondan cualquier duda que nos surja.
De la misma manera, si su identidad te incomóda, es importante recordar que no es algo que se vaya a “arreglar”, y que más bien quien tiene que reflexionar sobre la incomodidad eres tú. No significa que no le tengas amor a tu hije, pero es necesario cuestionar esa forma de ver el mundo para poder generar un diálogo más saludable con tu hije.
Al final, el espectro de identidades que se ha abierto y que se encuentra más cerca de nuestres hijes significa una cosa concreta: nuestres hijes crecerán con más libertad y menos miedo que muches de nosotres. Esta libertad y esta seguridad son motivos de celebración, y lo que nos toca hacer como padres dentro de este nuevo paradigma es apoyarlos en sus decisiones e identidades, porque nosotres podemos ser también les impulsores de esa libertad, reconocimiento y confianza para elles.