Asegurarnos de que nuestro bebé reciba el amor, la atención y los cuidados necesarios durante su formación es una prioridad para cualquier padre o madre. Pero hacerlo de forma equilibrada no es tan fácil como parece.
La crianza respetuosa, o crianza con apego (attachment parenting en inglés), es una corriente de crianza que pone a los niños al centro del asunto. Máximas tales como extender el contacto materno el mayor tiempo posible o responder sensiblemente a las necesidades del bebé desde su nacimiento fundan este modo de acercarse a la crianza.
La teoría de fondo es que una relación emocional fuerte entre padres e hijos durante la infancia resultará en niños que crecerán con personalidades más seguras, que serán mejor portados, que generarán mejores relaciones y que lograrán ser más independientes.
María Jimena Mantilla, en su artículo Cuerpos, niñez y crianza: cartografías corporales de la infancia en el modelo de crianza respetuosa en Argentina, describe a la crianza respetuosa como un doble estandarte: tanto es movimiento social como es estilo de vida.
Como movimiento social
Lo que se busca dentro de la corriente es una visibilización del proceso de parto y otros procesos fisiológicos ligados a la crianza, un equilibrio entre las responsabilidades de la paternidad y la maternidad (lo que Mantilla llama la “mapaternidad”), y el cuestionamiento de las relaciones de autoridad entre padres y madres e hijos, entre varias otras.
Como estilo de vida
La crianza respetuosa se ve acompañada usualmente de hábitos «que no se remiten a la crianza únicamente y que se cruzan con otras marcas culturales de época agrupadas bajo el espíritu del retorno a lo natural».
El ecologismo, la alimentación balanceada, la búsqueda de una vida saludable, centrada en lo natural, y métodos pedagógicos alternativos como Montessori o Waldorf son puntos de interés para quienes se preocupan de incorporar la crianza respetuosa a sus vidas.
Complicaciones
En un primer instante, se podría percibir esta corriente como utópica: una forma de entregarle a nuestras hijas e hijos todo aquello que como padres y madres queremos entregarles, a sabiendas de que esto les formará como personas capaces y emocionalmente autosuficientes. Sin embargo, esa utopía esconde también sus propias trabas.
El problema emerge precisamente a partir de la cualidad idealista de la crianza respetuosa. Los preceptos que propone pueden bien servir a las infancias en proceso de crecimiento, pero al mismo tiempo suponen una mayor demanda de tiempo y dedicación por parte de padres y madres.
Esta demanda, como bien apunta Catalina Infante en su artículo, Cuando la crianza respetuosa se vuelve demandante, están sujetas a los propios contextos tanto culturales como económicos de padres y madres: «Las condiciones sociales, incluso políticas, los recursos económicos o contexto laboral, la escasa red de apoyo de madres y padres o la salud mental de estos, influyen directamente en el tipo de crianza real que padres y madres pueden a duras penas lograr, aun cuando adhieran a esta filosofía».
Es decir, si bien la crianza respetuosa tiene como objetivo el énfasis de los sentires de hijas e hijos al momento de crecer, con la suerte de promesa implícita de que tu hijo o hija serán personas capaces y felices si sigues estos pasos, la antítesis parece declarar, «si no sigues estos pasos, tus hijos serán tristes e incapaces».
Este es uno de los puntos que toca Hadley Freeman en su artículo Crianza de apego: ¿la mejor forma de criar a un niño, o masoquismo maternal?, en donde describe varias de las dificultades con las que las madres, específicamente, se topan al momento de introducir la crianza respetuosa en sus vidas.
No es solo que el autocuidado pase a segundo plano durante la crianza de apego, sino también que es invariablemente la madre quien elige este tipo de crianza, y esto muchas veces conlleva problemas en la relación.
Como una acotación interesante, William y Martha Sears, quienes formularon la corriente de la crianza respetuosa en 1982, sugerían que la única razón por la cuál a una mujer se le dificultaría adoptar la crianza respetuosa sería por problemas de matrimonio durante el embarazo.
Infante, en su artículo, también recalca las dificultades que las madres tienen en relación a la crianza y la salud mental durante esta pandemia, pues la demanda de atención de sus hijos ha aumentado mucho más. «Este escenario vuelve aún más dificultoso lograr los estándares de cuidado, atención, respeto y disponibilidad de las madres, aun cuando tengan toda la intención de sobrellevarlo».
Quizás la crítica más grande que se le ha hecho a la crianza con apego es la que señala que muchos de sus preceptos se han vuelto bastiones inamovibles. Más que una teoría pediátrica con fundamentos científicos, se ha vuelto algo más parecido a una religión, señala Infante.
Aquí se encuentra precisamente el problema con el que hay que lidiar. La creación de absolutos e imperativos dentro de la crianza invisibiliza la diversidad de factores que nos moldean como seres humanos. Es cierto e importante aquello que la crianza con apego resalta: escuchar a nuestros hijos, darles cariño y formar lazos emocionales verdaderos y duraderos con ellos. Sin embargo, en cuanto nos ponemos estas «reglas» como pasos inquebrantables a seguir, nos estamos poniendo la soga al cuello.
Después de todo, ningún padre ni madre es omnipotente. Este es un hecho fundamental a enfrentar que nos permitirá hacer las paces con nosotros mismos. No se trata de celebrar nuestros errores al momento de criar, sino de saber perdonarlos.
Dentro de la crianza con apego podemos encontrar información de gran utilidad que nos servirá para transformar y mejorar la vida de nuestros hijos e hijas. Pero es importante que digiramos esta información a nuestros casos particulares, tomando en consideración nuestras propias capacidades y nuestros propios límites.
Porque para respetar a nuestros hijos hay que respetarnos a nosotros primero. Lo mismo para darles amor y cuidado. La crianza, en especial aquellos primeros meses de desarrollo, es un proceso sumamente cansado y de experiencias siempre nuevas. La corriente de la crianza respetuosa puede ayudarnos, siempre y cuando recordemos no pedirnos más de lo que podemos dar.