Así como criamos a los hijos con nuestras acciones, la comunidad que les rodea también les enseña lecciones importantes.
Pueden existir distintas comunidades de las que formemos parte. Una comunidad de vecinos, una comunidad escolar o una comunidad de crianza serían ejemplos cercanos. Reconocer estos grupos y participar en ellos es importante porque, como explicaremos en los siguientes párrafos, entablar comunidad puede ayudar a nuestros hijos, y a nosotros, a vivir vidas más plenas.
Ten presente que conocer a las personas que integran una comunidad será al mismo tiempo propiciar que te conozcan a ti y a tu familia. Este será un ejercicio importante para el desarrollo social de tu hija o hijo —y también para ti— pues formar parte de una comunidad tiene que ver con el respeto y el cuidado del bienestar común.
Un aspecto increíble de hacer comunidad es que un problema que nos atraviesa personalmente puede ser combatido por la colectividad, planteando una solución más eficaz. Es así que la socialización permite asir los recursos emocionales que tus hijos van a necesitar para entablar vínculos saludables durante el resto de sus vidas.
Una comunidad puede referirse a «conjuntos de personas que establecen relaciones con una preocupación o un objetivo en común»; esto según la lingüista Yásnaya Elena, en su artículo Kumuuny. Algunas ideas en torno de la idea de comunidad. Su definición coincide con el concepto de «colectividad». Para Silvia Federici, maestra y activista desde lo comunitario, por otra parte, la comunidad se entiende como «un tipo de relación basada en los principios de cooperación y de responsabilidad entre unas personas y otras».
Y bien, ¿cómo podemos integrar a nuestros hijos a estas dinámicas comunitarias, y hacerles sentir que forman parte?
Empieza involucrándote tú
Los espacios de voluntariado ofrecen una gran oportunidad para que los niños se desenvuelvan de forma activa pero también con cierto grado de aprendizaje, ya sea cívico o práctico. Indagar sobre los eventos para los que se organizan y ofrecer nuestra ayuda sea para la planificación o ejecución, puede ser una vía para involucrarnos y conocerles.
Actividades lúdicas pero importantes, como puede ser integrarse a un grupo de reforestación, sirven para que desde la infancia se comprendida la importancia del cuidado de los bosques, mientras también se vuelven espacios de recreación.
Por otro lado, visitas a casas hogares, tanto de ancianos como de niños, sirven para que los niños forjen lazos comunitarios con personas que lo necesitan, lo que reforzará valores cívicos de ayuda y de servicio a la comunidad.
Organizar o participar en eventos de tequio
El tequio es una forma de trabajo comunitario en el que se cita a la comunidad a realizar distintos tipos de labores que refuerzan los lazos de la comunidad y que aportan algo para todas y todos.
Si se requiriera, por ejemplo, construir una valla en el jardín o pintar un espacio al que te acabas de mudar, convocar a la comunidad a un tequio no solo facilitará la tarea, sino que la volverá más lúdica. El tequio puede acompañarse de una comida comunitaria, y la invitación puede abrirse a que los hijos de la comunidad lleguen y ayuden a los adultos en las tareas necesarias.
Lo que el tequio da a entender a las infancias es que el dinero no es lo más valioso ni la única forma de intercambio, en especial cuando es un trabajo que se hace por y para la comunidad. Lo usual es que otras personas organicen tequios más adelante en donde la primera persona que convocó también se suma. Así sucesivamente es como se genera una red sólida en donde la ayuda se da entre todas y todos.
Organizar eventos lúdicos con los vecinos o las asociaciones de padres de familia
Mientras que el trabajo va intrínsecamente de la mano de la comunidad, es importante también recordar la importancia de la recreación. Puedes aprovechar que este tipo de eventos serán más atractivos para tus hijos, mientras no dejas de señalar y evidenciar toda la organización que tienen detrás como espacios comunitarios para que ellos lo aprehendan.
Las posibilidades aquí son ilimitadas: desde una albercada hasta una noche de películas, organizar este tipo de eventos pintará de un color agradable la noción de comunidad en la infancia. Será increíble descubrir, por ejemplo, que para tener una fiesta no hace falta un cumpleaños, sino solo el acompañamiento de la comunidad.
Propiciar la crianza compartida
Si bien es posible integrar nuestros hijos e hijas a un contexto comunitario posterior a su primer desarrollo, es viable introducirles a la acción comunitaria desde antes: antes del tequio, de la albercada, de la asociación de padres, antes de todo esto se encuentran los grupos de crianza comunitaria.
Christel Keller-Garganté, en Grupos de Crianza Compartida: una alternativa comunitaria en la organización del cuidado en la primera infancia, escribe sobre estos grupos:
«[Los grupos de Crianza Compartida] son grupos de familias que comparten la necesidad de cuidado a sus hijos e hijas en la primera infancia organizados para dar una respuesta común. Son iniciativas autónomas, de modo que existe una gran heterogeneidad entre ellas. […] La principal característica de los GCC es que se tratan de proyectos comunitarios y autogestionados.»
Generar una comunidad, antes o después del nacimiento de nuestros hijos, e integrarnos e integrarlos a ella, abre un incontable número de puertas. Tanto en lo que se refiere a sus vínculos sociales como aquello que hace hincapié en el sentido de responsabilidad comunitaria, los valores que se aprenden de vivir en comunidad son un punto de desarrollo y crecimiento irremplazable.
Sin embargo, el desarrollo de la comunidad depende de nosotros: sin los esfuerzos que hagamos como padres por pertenecer, formar y fortalecer nuestras propias comunidades, no habrá una a la que nuestros hijos se puedan integrar. Afortunadamente, con la actitud correcta y una aplicación eficiente de los recursos, las comunidades que generemos nos ayudarán (y a nuestros hijos a su vez) a encarar el mundo.
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