¿Cómo evitar que tu hijo o hija sea un acosador escolar (o bully)?

Los casos de violencia escolar generan un problema grave para el desarrollo mental y físico de niños y niñas en todo el mundo. Sin embargo, en México, el problema es particularmente grave.

Hace no muchos años, al problema del acoso escolar se le conocía popularmente como carrilla o matonería. A los que la practicaban se les llamaba los grandulones del salón, los abusones, los matones. Podían ser niños o niñas. Hoy se ha extendido el uso del anglicismo bullying y a quien lo realiza se le llama bully.

La Secretaría de Educación Pública de México define el acoso escolar (al bullying, pues) como “una forma de violencia entre compañeros en la que uno o varios alumnos molestan y agreden de manera constante y repetida a uno o varios, quienes no pueden defenderse de manera efectiva y generalmente están en una posición de desventaja o inferioridad”.

Según los datos de Bullying Sin Fronteras, una ONG internacional dedicada a la prevención del bullying a nivel mundial, México es el país con más casos en el mundo entero. La organización apunta que, en México “el contexto generalizado de violencia coadyuva al bullying, donde ser un matón comienza a estar bien visto entre los adolescentes pero también entre niños de corta edad de ambos sexos”.

Por su parte, e indagando en las causas de la violencia escolar, João Yunes y Tamara Zubarew apuntan en la Revista Brasileira de Epidemiologia que las “características individuales, experiencias familiares, relaciones de pares, acceso a armas, consumo de alcohol y otras drogas, exposición a violencia en los medios de comunicación y otros factores políticos, culturales y sociales, se interrelacionan y juegan un papel fundamental en la ocurrencia de la violencia en jóvenes”.

El problema de la violencia escolar es complejo y se nutre de múltiples factores. Por lo tanto, no existe una guía puntual que aplique para todas las situaciones. Antes bien, señalar estos factores puede ayudar a padres y madres a entender el contexto dentro del que se desenvuelven las acciones de sus hijos.

La propia inseguridad puede llevar a abusar

Es posible que sea la inseguridad del menor la que desemboque en el agravio constante hacia uno o más de sus compañeros como una forma de generar dominancia y por ende sentirse más en control de ese entorno que le genera la inseguridad.

Lev Novak, maestro y escritor, apunta en Tu hijo podría ser un acosador, que el bullying “puede hacer que un niño se sienta cool. Es totalmente el punto. Pero está mal, es cruel y abusivo. Habla con tu hijo sobre moralidad y poder. Lo opuesto de un acosador, le digo a mis estudiantes, es un líder”.

Es relativamente normal que un niño se sienta más cómodo dentro del ámbito familiar que en el ámbito escolar, donde es más difícil mostrar vulnerabilidad. Sin embargo, no está de más recordar que los problemas de autoestima tienen, en muchos casos, un trasfondo doméstico.

Habla con tu hijo sobre cómo se siente, sin ser condescendiente. Novak, de nuevo, apunta que “ser tratado como un niño puede ser muy frustrante para quien acosa, ya que usualmente se busca la dominación y la madurez.[…] Hablar directamente con ellos de forma clara y honesta puede ser mucho más efectivo que una interacción demasiado gentil”.

La presión social es terreno fértil para el acoso

El acoso escolar tiene mucho que ver también con los círculos sociales que se desenvuelven en el aula. En su artículo El acoso escolar. De las causas, origen y manifestaciones a la pregunta por el sentido que le otorgan los actores, Luis Evelio Castillo Pulido traza a los sujetos partícipes del bullying: “tres actores se ven directamente involucrados en el acoso escolar: los acosados o víctimas, los acosadores o agresores, y los espectadores”.

A estos últimos, Dan Olweus les llama también “agresores pasivos, seguidores o secuaces” en Conductas de acoso y amenaza entre escolares (1998, Madrid, Ediciones Morata). La pasividad ante la violencia deja una línea muy delgada entre acosar y ser víctima: en un ambiente escolar, niñas y niños preferirán mirar en vez de actuar al momento de presenciar un momento de acoso,

El miedo a volverse víctima puede generar acosadores. Cuando no se quiere ser la próxima víctima, un ambiente como el salón de clases puede tornarse de inmediato en contra de un blanco común, otra víctima. Sherri Gordon, en Cómo la presión social lleva al bullying, escribe que “si tienes una política de no-bullying dentro de tu casa, y descubres que tu hijo es un acosador —aún si fue por presión social— debes comprometerte a la acción disciplinaria. Si no lo haces, tu hijo pensará que las reglas no aplican para él”.

Cuando hay problemas en casa

El principal factor que contribuye al bullying o acoso escolar es el ambiente familiar. Esto puede ser un hecho duro de afrontar, pero varios investigadores apuntan al mismo objeto. Ligia Lorena Ruiz Contreras, por ejemplo, dice en Baja autoestima y su relación con el fenómeno del bullying durante la etapa de nivel básico en ambientes escolares de niñas que “las conductas propias del bullying son el resultado del aprendizaje por imitación de modelos violentos”.

No es que el padre o la madre sean los responsables de generar estos patrones en los niños, pero sí hay que tener muy en cuenta nuestras formas de actuar delante de ellos. Si tendemos a la agresividad con otras personas, si constantemente entablamos riñas o nos mofamos constantemente de otros, es posible que nuestros hijos repliquen esas conductas dentro de sus propios entornos.

Al mismo tiempo, la agresividad también puede ser directa. Pregúntate si hay momentos en que eres agresivo con tu hijo o hija, quizás en los que pierdes la paciencia (por ejemplo, si el día de trabajo te ha estresado más de lo habitual). A la vez, indaga si otras personas cercanas al contexto familiar, como pueden ser tíos, hermanos o primos, se comportan de manera agresiva con tu hijo o hija, ya que esto puede causar que ellos mismos se vuelvan agresivos.

Una de las máximas al momento de lidiar con un hijo o hija abusador es siempre la recomendación de buscar asistencia médica en la forma de terapia. Hay que aceptar que, a veces, las soluciones están más allá de lo que nosotros podemos hacer y que, en el proceso de crianza, padre y madre no siempre tendrán todas las respuestas.

Sin embargo, también cabe recalcar que si notas que tu hijo o hija repiten los patrones agresivos que tú mismo desempeñas, la terapia puede ser una opción para ti también. Esto no representa ninguna debilidad dentro de ti, sino la fortaleza de querer ser mejor padre o madre tanto como mejor persona. Hay que valorar nuestro propio entorno y preguntarnos también si queremos que nuestro hijo se enfrente a las mismas adversidades que nos atravesaron, o si queremos que su desarrollo sea más saludable y feliz del que fue el nuestro.

Para leer más:

¿Cómo enseñar a los niños a no hostigar a los demás?

Consejos para madres y padres frente al bullying o el acoso escolar

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