Dominar el arte de dormir con las luces apagadas puede volverse difícil y frustrante, y más cada vez que escapan de su cuarto para buscar refugio en tu cama. ¿Cómo lograrlo?
La infancia, en especial el momento en el que la imaginación comienza su desarrollo, está plagada de miedos. Algunos son miedos reales: miedo a la muerte de los padres, miedo a la violencia dentro y fuera de casa, miedo a los asaltantes, etc.
Otros miedos vienen precisamente de los lugares en donde la imaginación toma rienda suelta: en la oscuridad, una sombra puede volverse fácilmente una presencia, y el armario, el escondite perfecto para los monstruos.
El temor a la oscuridad es uno de los miedos más comunes contra los que madres y padres hacen frente y, al mismo tiempo, uno de los más frustrantes. A la hora de dormir, después de un día de trabajo, muchas veces no hay esa energía extra para calmar a nuestros pequeños.
Con un poco de paciencia y ayuda será más fácil lidiar con estos miedos. Eso sí, hay que tener en claro que no será algo que resolveremos en un día, o dos, sino con perseverancia y, sobre todo, mucha empatía.
Natasha Daniels, terapeuta infantil, escribe en su página, Anxious Toddlers: Parenting Survival, esto que nos ayudará a situar y empatizar con lo que sienten los más chicos: en la infancia, la oscuridad representa un momento de des-ubicación, en el que el entorno oscuro se vuelve intimidante porque, al no haber luz, no podemos ver qué nos rodea.
A esto se suma a otro factor importante: ellos suelen asociar la oscuridad con soledad. Es decir, al momento de dormir, un niño o una niña que no están acostumbrados a estar solos podrían experimentar ansiedad por relacionar la sensación de soledad con la oscuridad.
Tomemos en cuenta que en ocasiones, es el miedo a las sombras lo que mantiene a los niños despiertos y ansiosos, que en realidad el miedo a la oscuridad. Podríamos pensar fácilmente que una luz de noche ayudaría a combatir el temor, pero la realidad es que estas pueden ser contraproducentes ya que, al generar sombras, dan rienda suelta a la imaginación de los niños.
El primer paso: empatizar
Para hacerle frente a los miedos, que pueden surgir en situaciones donde un niño o una niña sienten que tienen nulo control sobre la situación, es importante ponernos en su lugar. Puede ser muy fácil, desde nuestra posición de adultos, el decirle a un niño que todo está bien, cuando para el niño no es así.
Daniels escribe que es importante tener conversaciones con tu hija o hijo sobre sus miedos para así poder entender estos miedos mejor. Eleanor McKinley, doctora y psicóloga infantil, sugiere desde Children’s National que empatizar y escuchar a tu hijo puede ser benéfico para ambas partes:
«Con ese cariño y compasión, estarás listo para ayudar a tu hijo a superar su miedo. El primer paso es confrontar el miedo. Evitarlo, por ejemplo, dejar que tu hijo duerma con una luz o con la televisión, o dormir en el mismo cuarto que ellos, puede empeorar el miedo. Además, le enseña a los niños que evitar algo es una forma válida de lidiar con un miedo, lo cuál no es el caso».
Generar relaciones saludables con la oscuridad
Al no existir una relación previa con la oscuridad que signifique para el niño algo más que estar solo en su cama, es necesario consolidar una en donde quepa la sensación de seguridad y confianza. Las formas para hacerlo pueden variar, pero será necesario nuestro acompañamiento.
Una opción puede ser la que recomienda Daniels, quien relata que las glow parties, o fiestas de brillo, se han vuelto un evento muy popular en su hogar:
«Encuentra un cuarto sin ventanas, podría ser un armario, una zotehuela o un baño. Compra bracaletes y collares que brillen en la oscuridad. Incluso puedes comprar globos que brillen en la oscuridad, o poner un glow-stick dentro de un globo normal para hacer que brille».
Una vez que tengas todos los ingredientes, solo es cuestión de pasar tiempo con tus hijos en ese espacio. Con un poco de música, o con un concurso de luces, por ejemplo, comenzarás a formar una relación saludable entre tus niños y la oscuridad, lo que les ayudará a sentirse más cómodos en sus habitaciones a la hora de dormir.
Un miedo puede ser también una forma de explicar el mundo
Es decir, donde cabe un miedo, cabe el asombro y la imaginación. El miedo a la oscuridad, como se mencionaba arriba, puede tener mucho que ver con el miedo a las sombras. La solución fácil sería remover los objetos que puedan causar sombras extrañas dentro de la habitación del niño. Sin embargo, esto no siempre es posible.
¿Qué hacemos, por ejemplo, cuando la sombra viene de un objeto afuera de la ventana de nuestra hija o nuestro hijo? Norma H., madre de una amiga cercana, me confió la siguiente historia para este artículo. «Afuera del cuarto de mi hija», relata Norma, «había unos platanares que por la noche se movían mucho. Justo ocurría que detrás de los platanares había un farol, y eso causaba muchas sombras dentro de su cuarto».
La solución fue un momento de aprendizaje, lleno de empatía y paciencia:
«Lo que hacía yo era tomar a Joana en brazos, y entonces íbamos de su habitación a la calle. Yo le decía, ‘¿Ves esos platanares?,¿ves como se mueven?’ e íbamos de regreso a su habitación. ‘¿Ves esas sombras? ,¿ves cómo se mueven igual que los platanares?’. Me ayudaba Carlos, mi marido. Él sostenía a Joana en la habitación mientras yo salía a los platanares a detenerlos. Él decía, ‘Cuando tu mamá suelte los platanares, fíjate que le pasa a las sombras’. Y yo los soltaba. Lo tuvimos que repetir muchas veces, pero eso le quitó el miedo por completo a la sombra de su ventana».
Un consejo adicional que relata Norma, y avala Daniels, tiene que ver con que parte de ese proceso fue enseñarle a su hija a crear formas de sombra con sus manos. Formas simples, como perros o jirafas, pueden entretener a los niños en la oscuridad, al mismo tiempo que ayudarles a generar una mejor relación con ella.
La solución ante los miedos nunca es fácil y siempre requerirá de mucho acompañamiento. El ingenio, sin embargo, y en especial la paciencia, nos pueden ayudar mucho al momento de generar espacios en los que nuestros hijos se puedan sentir seguros.
Sea un platanar el que se refleja por la ventana, o un miedo a la oscuridad total, acompañar a nuestros hijos y ayudarles a generar lazos de confianza con aquello que les causa temor será, a la larga, una forma efectiva no solo de combatir sus miedos, sino también de enseñarles a enfrentarse a ellos.