¿Qué puedo hacer si a mi hijo no le gusta el fútbol?

Si estás teniendo dificultad aceptando el hecho de que nunca verás a tu hijo meter un gol, conoce estos tips y sugerencias para entablar un vínculo más cercano con él.

El fútbol es el deporte por excelencia en Latinoamérica, pero la afición a este o cualquier otro deporte no debe ser obligatoria para los niños. La vida de tu hijo puede florecer de incontables formas sin incluir al fútbol.

Por cierto, como acotación necesaria para este artículo: la palabra fútbol aquí es una especie de muletilla. Así como puede ser que a tu hijo no le guste el fútbol, puede que no comparta (tú) interés en la música o en la poesía, o en aquella actividad que a ti te llena. Incluso podría no tratarse de un niño o del fútbol: “¿Qué puedo hacer si a mi hija no le gusta el ballet?”, bien podría ser el título de este artículo, y el trasfondo seguirá siendo el mismo: ¿Cómo podemos lidiar con un hijo o una hija que no comparten nuestros intereses personales?

Y bien, la historia es simple: pasaste los mejores recreos de tu infancia en la cancha con tus amigos, lanzando pases, encestando, atajando o quizás anotando goles. Te barriste, te hicieron faltas, tacleaste y te taclearon, paraste penales, y más de una vez cediste junto al equipo entero a la euforia infinita de un gol antes de volver a clases. Pero ahora, tantos años después, al comprar el primer balón de fut para tu hijo, él no le pone atención. Quizás jugaron a los pases un par de veces, al gol-para, a la cascarita, a tirar al aro, pero sin mucho entusiasmo de su parte.

Lo principal aquí es reconocer que el hecho de que a tu hijo tal vez no le guste el fútbol no es un problema. Existen miles de actividades en las que puede desempeñarse; lo importante será entablar comunicación con él para saber qué es lo que a él le gusta y, una vez que lo sepas, apoyarlo para que siga en ese camino.

Por demasiado tiempo, los roles de género y los deportes han estado amplia y desafortunadamente ligados. La idea de que los hombres participen exclusivamente en deportes de competencia es una mentira, pues si bien es saludable que tu hijo se involucre en alguna actividad física, existen incontables otras opciones que pueden ajustarse a sus gustos y preferencias.

Lo importante, siempre, es no proyectar nuestros intereses personales sobre los de nuestros hijos: una relación saludable es una en la que el cariño y el interés en la personalidad de la otra persona se pueden desarrollar de forma orgánica y no impuesta, ya que esta solo conlleva a una experiencia indeseable.

El fútbol, como ya se dijo, es un símbolo de otra cosa. Las formas en que hacemos pasar a nuestros hijos por experiencias no deseadas pueden ser varias: clases de música, club de ajedrez, atletismo, danza, etc. Si lo que buscas es entablar una relación con tu hijo basada en intereses mutuos, tiene que haber reflexión mutua también. Por eso te dejamos una breve lista de recomendaciones para que tú y tu hijo se encuentren con más facilidad:

1. No presiones a tu hijo con intereses que no son suyos

Como bien apunta Anastasia Summersault: al obligar a nuestros hijos a realizar actividades que no les interesan, solo estamos fomentando una cultura de conformismo en ellos. A la larga, esto se traduce a que tus hijos acepten trabajos que no son lo que ellos buscarían, a que sean más susceptibles a la presión de sus amigos y, en general, a que pongan sus intereses por debajo de los intereses ajenos.

Citando a Summersault, “la mayoría de los padres confunden qué es mejor para sus hijos con qué es mejor para ellos”. La obligación que ponemos sobre nuestros hijos de asistir a los eventos que nosotros hemos planeado para ellos, solo sirve para alienarlos de sus propios intereses, hasta que poco a poco ellos mismos ya no reconocen el interés en sí mismos.

Muchas veces, demasiadas veces, el rol de padre toma forma a partir de hombres que fueron privados de sus propios intereses para ajustarse al modelo familiar que se les impuso. Sin embargo, en cada generación existe la posibilidad de romper este ciclo de imposiciones.

Es importantísimo no proyectar nuestras frustraciones de la vida sobre ellos: que si tuvimos que sacrificar la lectura de un buen libro por asistir a un evento que ni nos interesaba, que si hubo que dejar a un lado el interés por la danza porque nuestros padres no soportaban vernos en leotardos, que si tuvimos que renunciar al sueño de una carrera propia por estudiar lo que nuestros padres querían que estudiáramos, por dar algunos ejemplos.

2. Genera canales de comunicación con tu hijo

Entablar formas de comunicación con él, que vayan más allá de respuestas de una sola palabra, puede ser un reto complicado.

Nos hemos vuelto (muy en parte gracias al estilo de vida que llevamos y la sociedad en que vivimos), muy buenos dando órdenes: “No hables con extraños”, “Lava los platos”, “Ayúdame a preparar la mesa”, nos parecen experiencias necesarias que nuestros hijos deben aprender y que demandamos para mejorar las dinámicas del hogar.

Sin embargo, algo que todas estas expresiones tienen en común es que son imperativos. Al enunciarlos, no dejamos espacio para que nuestros hijos den una réplica o nos compartan su forma de pensar. Esto lleva a que, cuando finalmente les hacemos una pregunta abierta (“¿Qué tal la escuela hoy?”) nos encontremos con la tan temida respuesta: “Bien” a secas.

Dentro de las recomendaciones que Nadene van der Linden hace a padres y madres para comunicarse mejor con sus hijos, destaca la idea de hablar con ellos en vez de hablarle a ellos. Y es que pensar en las conversaciones con nuestros hijos como conversaciones que tendríamos con nuestros amigos, nos ayuda a ser menos imperativos al momento de relacionarnos con ellos. De la misma forma, el momento clave de “no me gusta el fútbol” puede convertirse en un parteaguas desde el cual descubramos los intereses que nuestros hijos cultivan.

No se trata de preguntarle “¿Qué quieres ser de grande?”. El primer paso es saber qué es lo que a tu hijo le gustaría ser y hacer ahora.

3. Interésate en sus intereses

¿Cómo puedo saber qué es lo que le interesa a mi hijo? Esta es una pregunta fundamental que no siempre es fácil de responder. El Centro Hanen, enfocado en promover la comunicación en los niños y proveer a las personas dentro de sus vidas la información y conocimientos que necesitan, nos da una lista de preguntas muy útiles que darán cuenta de qué es lo que realmente juega un rol central dentro de los intereses de nuestros pequeños:

¿Qué hace a tu hijo sonreír y reír?, ¿qué captura y mantiene la atención de tu hijo?,¿qué emociona a tu hijo?, ¿cuáles son las actividades favoritas de tu hijo?, ¿en qué se esfuerza naturalmente tu hijo?, ¿qué “saca lo mejor” de tu hijo?, ¿qué impulsa a tu hijo a intentar cosas nuevas? y por último, ¿qué es lo que tu hijo elige hacer más a menudo?

Hacernos estas preguntas, incluso tomando notas, nos ayudará a entablar una mejor comunicación con nuestros hijos. Pensémoslo de la siguiente manera: todos hemos corrido la suerte de entablar una conversación casual con una persona con quien compartimos pocos o nulos intereses. La sensación es de monotonía, de cansancio y de frustración. Por el contrario, cuando entablamos conversación con alguien cuyos intereses comprendemos y compartimos, la conversación es fluida y llena de nuevas ideas.

Una vez que comprendas qué es lo que le interesa a tu hijo (no está de más echarte un clavado en internet o dentro de las notas de este blog), su conversación fluirá con más facilidad. Será una gran recompensa para tu hijo saberse escuchado y darse cuenta que sus intereses personales, no los tuyos, lo están ayudando a entablar un vínculo emocional contigo.

Si regresamos a la pregunta inicial, a la del título, nos daremos cuenta que al plantearnos esta cuestión, lo que realmente queremos decir es que nos sentimos preocupados porque no encontramos un interés en común mediante el cual podamos entablar una conexión con ellos.

Es difícil reconciliar las diferencias entre nosotros y nuestros hijos. A fin de cuentas, es también necesario darnos cuenta que son personas en su propio derecho, con su propia personalidad e intereses que pueden diferir vastamente de los tuyos.

Aquí como padres lo importante es darnos a la tarea de hacer ese esfuerzo extra por llegar a los intereses de los pequeños y comprenderlos, en vez de exigir que se amolden a los nuestros y que los comprendan. A la larga, lo que buscamos es una relación saludable con ellos y qué mejor forma de hacerlo que mediante la comunicación, el entendimiento y la empatía.

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