¿Qué puedo hacer para que mi hijo no se vuelva un patán de primera?

Hay un problema de desigualdad entre hombres y mujeres. Cada vez son más evidentes las distintas violencias que se ejercen día a día tanto en el ámbito laboral como en el de pareja. Por eso, es normal hacerse la pregunta que da título a este artículo.

A todas y a todos nos han atravesado las problemáticas a las que nos referimos. Desde la dificultad para conseguir un empleo hasta la frustración emocional por querer reprimir el llanto, el sesgo de género que padece nuestra sociedad es bien claro. Si bien este sesgo no afecta a los varones de la misma forma en que afecta a las mujeres, sí los vuelve más propensos a seguir replicando un sistema injusto.

El problema reside en lo que se conoce como las masculinidades. Kali Holloway, columnista y directora del proyecto Make it Right, explica precisamente uno de los patrones más usuales de la masculinidad: los hombres, entrenados desde la infancia para reprimir sus emociones, se quedan sin otra vía para expresar su frustración que el enojo y la ira. Dentro de la masculinidad tradicional no existen espacios para pedir ayuda o para digerir las emociones negativas de una forma saludable.

Los hombres, se piensa, tienen que ser agresivos, independientes y estoicos. Sentirse mal por un proyecto fallido es normal; pero lo que no es normal (ni saludable) es que, al no tener la capacidad para pedir ayuda o expresar la frustración a través del llanto o la autorreflexión, esta termine en enojo. Estas emociones de enojo o ira pueden repercutir de formas intrapersonales e interpersonales. La primera compondría, por ejemplo, depresión, abuso de sustancias o problemas de ira, mientras que la segunda comprende a la violencia doméstica o llanamente la agresión a otras personas.

Si miramos a nuestro alrededor, es claro que este comportamiento se encuentra casi en todas partes. Sin embargo, es posible que no tengamos en cuenta que el sesgo de género comienza a tener lugar desde que somos bebés.

La crianza es la primer casilla desde la que se definirá el panorama del juego, y no basta con confiar en el tiro de dados para asegurarnos que nuestros niños se vuelvan hombres responsables y emocionalmente capaces. Como indica un estudio citado por Terry Real, terapeuta familiar y autor de varios libros sobre los problemas de la masculinidad, es posible que no nos demos cuenta siquiera de la forma en que nuestra propia actitud afecta la crianza.

Las percepciones que tenemos de las categorías “hombre” y “mujer”, aún si pensamos que somos imparciales, terminan afectando a nuestros hijos. En el estudio, se demostró que padres y madres respondían de formas distintas al llanto de la misma criatura: si se les decía que era el llanto de una niña, ellos asumían que lloraba porque tenía miedo; si se les decía que era el llanto de un varón, ellos asumían que lloraba por enojo. Estas percepciones delatan una diferencia en la crianza: de forma lógica, a la criatura que se percibe como “asustada” se le dará más atención y cariño que a la criatura que se percibe como “colérica”.

Pero todo esto no es decir que no haya escapatoria. Si bien la responsabilidad de criar puede ser abrumadora, el ver crecer a una nueva generación de niños que le den otro significado al tan anticuado término de “hombría”, significa ya una ganancia gigantesca.

La importancia de la limpieza

Como padres, en especial si tenemos una familia con una mamá y un papá, estaremos poniendo inconscientemente el ejemplo de una gran variedad de cosas. La división de las tareas del hogar muchas veces sigue un modelo en el que el hombre equivale al proveedor mientras que la mujer es quien realiza las tareas domésticas. Al replicar estos esquemas en casa criamos hijos que, más adelante en la vida, no sabrán propiamente cómo limpiar un hogar fuera de “recoger su cuarto”.

Leah Ruppaner y Brendan Churchill, sociólogos de la universidad de Melbourne apuntan a un problema de fondo: los hombres no saben siquiera cómo barrer, trapear o lavar un trapo, ya que son percibidas como una serie de tareas no-masculinas. Integrar a nuestros hijos a las tareas del hogar es sumamente importante, pues de este modo comprenderán la importancia de habitar un espacio limpio y ordenado. Entenderán el esfuerzo que implica mantener todo en orden y desmitificarán al mismo tiempo la idea de que el trabajo doméstico corresponde exclusivamente a las mujeres.

Vamos a jugar

Otro factor ampliamente estudiado, que responde a la construcción de la hombría en nuestros niños (y en general, a la construcción del genero en las infancias), corresponde a los juguetes. Los encontramos divididos en dos secciones claras en cada tienda o mercado: para niña y para niño. Incluso los huevitos de chocolate con sorpresas adentro ya han generado un huevito rosa y uno azul.

Podemos pensar que sabemos qué es lo que prefieren nuestros hijos, pero la realidad es que somos nosotros quienes estamos imponiendo el deseo sobre ellos. Muchas familias deciden, por ejemplo, que no le comprarán pistolas de juguete a sus hijos, lo cual es absolutamente lógico: ¿para qué queremos más armas en este mundo de por sí violento?… pero les comprarán figuras de acción que vienen con pistolas.

La revista Mirror Mirror, enfocada en trastornos alimenticios, habla de cómo las muñecas Barbie generan una idea del cuerpo femenino muy dañina para las niñas. Y es necesario ver también que las figuras de hombres musculosos, robustos y armados generan también un montón de expectativas para nuestros varones.

Habiendo una gama amplia de juguetes que se centran más bien en las artes, las ciencias, o incluso juegos de mesa como el ajedrez que promueven la destreza mental, hay muchas opciones de las que elegir que no tienen que ver con juguetes hechos específicamente para niños. Un Easy-Bake Oven, que no encontraremos en la sección de juguetes “para niño”, puede ser un gran regalo que cultive también el arte de la repostería, por ejemplo.

Comunicar los sentires

Hay pocas cosas más dañinas para un niño que escuchar el desafortunadamente clásico “Sé un hombre”. En estas tres palabras se resume el trauma emocional que la mayor parte de los hombres experimentan. Y es que es importante hablar sobre nuestras emociones desde pequeños, y aprender a hacerlo de forma saludable. Para esto también es necesaria una relación de confianza, ya que los niños empiezan a ocultar sus emociones alrededor de los cinco años. Una simple rueda de emociones puede ayudarnos a dialogar con ellos y a abrir la conversación para que ellos puedan encontrar formas saludables de dialogar sobre sus emociones, frustraciones, fracasos y logros.

Romper los temas tabú: pornografía y sexualidad

Este es uno de los puntos más difíciles pero importantes, pues dentro de nuestro propio imaginario tendremos que liberarnos de un montón de concepciones; si reproducimos el tabú de los temas, será siempre complicado hablar de ellos. Empezar a hablar con tu hijo sobre pornografía y sexualidad desde temprano es preventivo. Es atender que en este mundo con celulares y navegadores web fuera de nuestro control, si él consume productos como la pornografía, consume una idea misógina y poco saludable de lo que significa ser hombre. Al llegar él a una edad en la que pienses que puede exponerse a la pornografía, hablale sobre las expectativas irreales que existen dentro de esta. Y sobre las diferencias entre el porno y una relación de verdad.

Esta plática puede servir también para hablar del consentimiento y del respeto dentro de las relaciones. Por otro lado, darle a tu hijo autonomía sobre su cuerpo le ayudará a entender el concepto de consentimiento. Pregúntale si quiere que lo abraces o le des un beso en vez de solo dárselo. Si aprende de ello, crecerá siendo mucho más considerado con otras personas.

Sobre estos temas nunca está de más generar más lecturas. Este libro, citado a lo largo del texto, es un lugar increíble para empezar a pensar otras masculinidades posibles.

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