Estamos en el curso de un segundo año de pandemia y las ideas para mantener la constancia de los jóvenes en aulas virtuales empiezan a quedarse cortas. Hablamos con una profesora y tres profesores, para que nos dieran su opinión sobre cómo puedes optimizar las clases que tus hijos llevan ahora desde casa.
Antes, la escuela era un lugar para alejarnos por unas horas de la familia. Se podía convivir con amistades y disfrutar de la espontaneidad de las conversaciones de pasillo. Sin embargo, una de las afectaciones más notorias de la pandemia sobre nuestras vidas ha sido la reducción de la cotidianidad a un sólo espacio. Ahora no hay tal atmósfera escolar: todo ocurre el hogar. Podría parecer tan inmóvil hasta el límite del estancamiento, alterando la disposición de las y los jóvenes para aprender.
La educación, el trabajo, el entretenimiento y la socialización hoy se desarrollan mayoritariamente dentro de pantallas. Poner nuestros universos en un mismo lugar implica que los límites entre ellos se desdibujen. Las rutinas que en la “normalidad” eran independientes ahora se entrelazan y afectan el modo en el que viven los jóvenes y su experiencia académica.
Es por ello que estos cuatro docentes nos proponen un par de trucos qué implementar desde el hogar. Ellos son: Alia Mondragón, maestra en Historia por el CIDE y profesora de Historia Universal en preparatoria; Ricardo Gómez Palacio, maestro en Historia por la UNAM y profesor de Historia de México en preparatoria; Daniel Pérez, licenciado en Letras Hispánicas por la UNAM y profesor de español en secundaria y preparatoria y Felipe Contreras, licenciado en Diseño Gráfico y profesor de arte en secundaria.
Su intención al compartirnos: fomentar equilibrio entre vida personal, familiar y educativa, tomando como eje el bienestar intelectual y creativo de les estudiantes. Los siguientes puntos son consejos de quienes hoy en día imparten a través de una pantalla:
1. Primero que nada: acondiciona el lugar
Uno de los principales retos que la docencia ha reconocido durante la pandemia, es la inconstancia en el trabajo de las y los estudiantes. Esta puede ser provocada por no contar con un buen ambiente de estudio. Entonces, lo principal es designar un espacio específico, independientemente de su dimensión, para que se puedan concentrar exclusivamente en la escuela. Por ejemplo, un escritorio dentro de su habitación.
Se recomienda mantenerlo del mismo modo que un aula de escuela ideal: con buena iluminación, sin ruidos ni distracciones. Asimismo, este espacio funcionará mejor al acompañarse de elementos que refuercen su identidad como expresión subjetiva. Es decir, pintándolo de los colores favoritos de la niña/adolescente e incluir elementos de apoyo o confort, como fotos de sus amistades.
2. Lo rutinario tiene sus encantos
Es normal que, si estamos en nuestra casa, prefiramos tomar clases en pijama, mientras desayunamos o incluso mientras dormitamos. Sin embargo, es importante que el sentido de rutina no se pierda, porque éste puede significar un buen elemento de autoconocimiento y autocontrol.
Para ello, se recomienda implementar hábitos invariables más allá de la pandemia, por ejemplo: desayunar antes de tomar clases, prever el material el día anterior o fijar una hora para ir a dormir. Igualmente, se les puede estimular a diseñar o continuar con actividades importantes para que lleguen motivadas y motivados a la escuela, tales como escoger la ropa que usarán, maquillarse, preparar un té, etc.
Pueden destinar un día de esta semana a escribir esta nueva rutina en una hoja o cartulina y colocarla en un lugar visible en el espacio de estudio. Esta actividad promete un ambiente estructurado y predecible en un momento de gran incertidumbre.
3. El horario de escuela es sagrado
La mezcla de los espacios también se traduce a los tiempos; ahora es más fácil que no se respeten los días u horas destinadas a ciertas actividades. Para evitar que se traslapen o se olviden responsabilidades, se recomienda establecer horarios específicos así como tener conciencia de fechas de clases, tareas y exámenes.
Este propósito se podría atender poniendo a la mano agendas, calendarios, relojes, post-its y otros instrumentos de organización. Es importante recordar que las y los jóvenes no tienen la costumbre de estudiar cerca de sus familiares, por lo que es preferente respetar sus horarios sin interrupciones. Si nuestro ser querido está teniendo problemas de desempeño académico, se pueden revisar los objetivos del día en conjunto, mejor que intervenir durante las clases.
4. El horario de descanso es más sagrado
Con el fin de reducir estrés, es crucial hacer el tiempo de estudio lo más pasajero posible, a la vez que respetamos el tiempo de distracción. Para ello se recomienda dotar a las y los estudiantes, de elementos que puedan suavizar su estado de ánimo durante clases. Por ejemplo, una jarra de agua para hidratarse constantemente o una pelota de esponja para liberar su energía.
Es igualmente importante respetar su tiempo y espacio de ocio para que desarrollen las actividades que les permiten relajarse. Tales como escribir un diario, ejercitarse, pasar tiempo con sus mascotas, dibujar, etc. Si las y los jóvenes deciden voluntariamente acercarse a convivir contigo durante sus recreos, podrías reforzarles el buen comportamiento con un premio.
En esa misma dirección, puedes felicitarles un trabajo bien hecho (incluso el despertarse a tiempo), celebrarles su gusto por una materia o preguntar qué pasatiempo han desarrollado. Esto permitirá una conexión familiar que cultive el interés por aprender, más allá de las calificaciones.
5. Viva la independencia
Como familiar, es casi inevitable querer intervenir en el proceso educativo de las y los estudiantes si compartimos el mismo espacio. Particularmente porque es la primera vez que experimentamos esta faceta: ver a nuestros seres queridos en la cotidianidad de la escuela. Debemos recordar, no obstante, que la educación no es la (re)producción de conocimiento, sino la construcción del carácter y la identidad, por lo que hay que brindar oportunidades de desarrollo autogestivo.
Madres y padres deben confiar en que sus hijas e hijos pueden cumplir sus responsabilidades y expresarse por su cuenta. Eventualmente, el encierro terminará, y cuando eso suceda, será más poderoso haber aprendido autonomía que dependencia.
6. Sólo con empatía sobreviviremos todos
En suma, lo que las y los docentes nos expresaron es que el estrés al ejercer esta profesión ha aumentado. Debido a que los sistemas educativos modificaron sus normativas, los programas de asignaturas y las formas de educar en la virtualidad han tenido que replantearse.
“Los docentes nos volvemos ajenos a la socialización que implica el aprendizaje. Es difícil crear los mismos vínculos que se producen en la cercanía y que se manifiestan en gestos, tonos de voz, empatía y complicidad”, explica Contreras. Esto implica un reto en sí mismo, ya que la participación, visibilidad e inclusive afluencia estudiantil, han disminuido. Es evidente, que la falta de interacción cara a cara (gestos, tono de voz, complicidad, etc.), ha afectado la actualidad de las clases.
Para concluir, hay que tener presente que profesoras y profesores, también están trabajando con el desdibujo de sus límites entre universos. Quien enseña, vive la pandemia con la misma posibilidad de enfermedad física o emocional. Y de igual forma, procura adecuar su contenido a cada grupo de estudiantes y estimular el aprendizaje de las nuevas generaciones.
Parece entonces, que de ambos lados de la pantalla, el esfuerzo por llegar al final de la crisis de salud existe por igual. Finalmente, si promovemos la empatía de los jóvenes a la hora de tomar clases, será mucho más sencillo que ellos desarrollen la constancia y el interés por aprender.