¡Baila con tus hijos! (Es lo mejor para su mente, y la tuya)

Si te decimos que el estado emocional de tus hijos puede mejorar sin necesidad de comprar ni tomar nada, ¿nos creerías?  Ante un aumento considerable en trastornos mentales, hoy te contamos sobre la danzaterapia, una alternativa para la salud mental en donde el cuerpo es el único instrumento necesario. 

En entradas anteriores hemos abordado temas como la ansiedad, trastorno como estado de alerta incorporado a nuestros pensamientos que se manifiesta tanto emocional como físicamente. Y ante la necesidad de encontrar alternativas para tratar este padecimiento y muchos otros pertenecientes a la salud mental de los pequeños, la danzaterapia está sembrando raíces. 

Los problemas emocionales se manifiestan de múltiples maneras antes de que podamos identificar que los más pequeños están atravesando algo así. Si en la vida de tu hija o hijo, están aconteciendo algunas situaciones como pueden ser: poca convivencia social, ataques de pánico, falta de apetito, insomnio, dolores de cabeza, malas calificaciones, entre tantos otros síntomas, lo que puede estarse manifestando es la necesidad de atender a la salud mental.

A pesar de que instintivamente estamos invitados a mover el cuerpo, parecería que nuestras actividades más cotidianas nos sugieren lo contrario, un sedentarismo poco sostenible para el buen desarrollo tanto físico como mental. Pensemos en los colegios o en las oficinas en donde estar quieto sosteniendo una “postura formal” es una de las normas tanto institucionales como sociales. Pensemos en las niñas y niños tratando de aprehender esto mientras se desconectan cada vez más de las actividades físicas, o llanamente dicho de la comunicación con su cuerpo.

La danzaterapia, sin embargo, tiene poco desarrollándose como método, pero para entender su dirección desde lo básico, se trata de la experimentación a través del movimiento del cuerpo para contestar preguntas como: ¿qué es lo que siento?, ¿qué necesito expresar y no puedo?

Hablamos de la danzaterapia como la define Daisy Silva Caraballo, Psicóloga y Coordinadora de investigaciones en la Universidad de S.B, Cartagena: “La experimentación corporal que a través de la danza y el ejercicio del cuerpo mediante el movimiento, lleva a la persona hacia sensaciones producidas autónomamente, que le hacen posible el reconocimiento de sí mismo como ser único con posibilidades y límites, aceptándose y valorándose”. 

Entonces, tenemos que la danza, inminente y metódica, es un elemento importante del descubrimiento personal, contrarrestando por sus cualidades la desconexión que antes mencionamos.

Se trata de “una actividad, que en su práctica genera bienestar, tranquilidad, felicidad, posibilita la creación y el desarrollo de la persona, reduciendo estados de ansiedad a partir de encontrar estrategias personalizadas para relajar tensiones musculares. De igual forma tiene efectos de soporte y aprendizaje terapéuticos, restaura la confianza en uno mismo (autoestima/auto-concepto) a partir de la asertividad y empatía de movimientos que se desarrollan”, según la ponencia para el documento Avances de la Investigación Formativa y Aplicada, compilada por Nidia Esther Orozco para la Universidad de San Buenaventura Cartagena. 

Ahora que los jóvenes en formación han vivido buena parte de su educación sentados frente a un computador o dentro de un medio todavía más controlado para reducir la interacción física, es aún más visible: los niños y niñas, los y las jóvenes, no están acostumbrándose sin molestías al fenómeno del estatismo incluso ahora que han podido al fin salir de casa y llevar sus clases de manera presencial.

Parecería entonces que este tema exige de nosotros como madres, padres o educadores, la pregunta acerca de si estas condiciones son naturales o si quiera viables para que las generaciones recientes sigan intentando llevarlo a cabo.  No habríamos de seguir pretendiendo que el sistema en el que ellos permanecen sentados viendo la nunca del de enfrente, funciona favorablemente.

Esta poca libertad motriz, en la repetición, les arroja a perder la consciencia de su cuerpo y se traduce de manera que poco a poco cancelan también la atención a clase y la capacidad de retener información. Cuando no es que sucede algo más en su resistencia a que esto pase: el extremo opuesto como la manifestación de padecimientos físicos, resultados del estado de alerta o la ansiedad.

Y aunque esta batalla no es una novedad, el “reajuste” que están viviendo los más jóvenes, impulsado por los cambios de la pandemia, ha puesto más en evidencia lo necesario que es que admitamos nuevas formas para que ellos no olviden la relación con su cuerpo, nuevas formas de educación e interacción social. 

Debido a lo anterior, la sugerencia de normalizar la danza y el movimiento corporal en nuestro andar cotidiano es una necesidad. Y es que de repente, si alguien hace un movimiento fuera de lo común, las miradas le rodean de inmediato. Como personas creemos que cualquier manifestación del cuerpo es inadecuada, impropia, vulgar; no perteneciente al contexto educativo, sin ir más lejos. Hemos aprendido bien. 

Sin embargo, aunque la danzaterapia se basa en promover el baile y la consciencia del movimiento, existe otro ingrediente vital que consiste en la intención que tenga el paciente mientras también en la planeación de las actividades por parte del terapeuta. Estas se basarán en aspectos personalizados, generalmente, en donde se toman en cuenta los intereses tanto como el grado de desarrollo de la persona, como dice Silva Caraballo. 

Entonces, ¿te imaginas qué impacto puede sumar que a la danza dirigida se le sume tu presencia como madre o padre? Aunque tu hija o hijo no sea “el tipo de persona a quien le gusta bailar” al igual que, tal vez tú, una vez roto el límite de la vergüenza o la presión social, verás una indiscutible diferencia según argumentan los especialistas en esta rama. 

Hace no mucho que asistí a un curso de autoconocimiento a través de danzaterapia, estuve escéptica de la estructura de su práctica, pero una vez expuesta a mis movimientos no hubo debate en mi cabeza. En la tercera sesión sentí como si un espacio en donde se encontraban engarrotadas mis emociones, se hubiera abierto y claro, las lágrimas me acompañaron en todo el proceso debido a lo difícil y bonito que es volver a sentir con regularidad.

Existen tantos antecedentes que han encontrado en el movimiento corporal una herramienta imperecedera contra la evasión emocional y a favor del desarrollo físico e intelectual, como la escuela peripatética o la nemotecnia, que hablar del baile como instrumento terapéutico no tendría que entenderse como una novedad. 

Por lo pronto, mientras consideras si buscar un especialista en danzaterapia para darte y darle a tu familia una gran oportunidad, ponle reproducir a la música y ocupa tu espacio —exterior e interior— para sacar a tu hija o hija a bailar.

Para leer más:

Dance and movement therapy holds promise for treating anxiety and depression, as well as deeper psychological wounds

También te puedes interesar:

-->