¿Qué puedo hacer para que mi hija no se sienta presionada por su apariencia?

Como mujer, es abrumador tener un constante bombardeo de información sobre cómo debería ser nuestra apariencia. Lo grave es que eso puede marcar cómo nos percibimos, o incluso qué clase de vida queremos.

¿Qué clase de mujeres ven las niñas cuando abren una revista, o cuando van al cine, ven la tele, salen a una fiesta, hablan con compañeros o caminan por la calle?

En sus investigaciones, Elsa Muñiz, historiadora y antropóloga en la UAM Xochimilco, recalca que la belleza femenina es una exigencia que afecta la vida de las mujeres a todos niveles. La advertencia de Muñiz viene al tema por los riesgos psicológicos que implica querer alcanzar estos estándares de belleza: reducir el ser humano a un objeto, afectaciones a la autoestima, perpetuar el papel de la mujer en la vida social desde la sumisión y el silencio, los trastornos alimenticios o incluso la adicción a las cirugías plásticas.

La presión por la apariencia no abarca únicamente la percepción que tenemos de nuestro cuerpo, sino también de nuestra realidad y de nosotras mismas, como mencionan Josefina Guzmán y Karla Isabel Salazar de la Universidad Autónoma de Tamaulipas: “La imagen corporal no necesariamente corresponde con la apariencia física real, sino más bien con las actitudes y valores que cada individuo hace de su propio cuerpo.”

Es así que Muñiz enfatiza el peligro que viven las mujeres en un país como México, igualmente atravesado por sexismo y racismo, donde se percibe el cuerpo “occidental” como un cuerpo “superior”. Es decir, aquel cuerpo que exalta rasgos como la juventud, la piel blanca, los ojos claros, la delgadez excesiva, capacidades físicas, etc.

Al respecto, el antropólogo social, Juris Tipa, en su investigación sobre el racismo en los medios de comunicación mexicanos, recalca que en la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México que realiza el CONAPRED “se revela que las mujeres, más que los hombres, tienden a identificar su propio color de piel con los tonos más claros.”

El cuerpo es el medio a través del cual sentimos, percibimos y nos expresamos. Por ello tiene un papel fundamental en el desarrollo de nuestra identidad. Es crucial que desde la infancia tengamos una buena relación con él. Entonces, ¿cómo forjar una autopercepción sana en una sociedad que pone tantos obstáculos a las mujeres?

Antes que nada, comprendamos la gran dimensión que abarca la presión por la apariencia. En el momento en el que incentivamos a nuestra hija a reconciliarse con su cuerpo, la estamos alentando a tener autonomía sobre su vida porque le abrimos un espectro de oportunidades como la autoestima, la confianza o los sueños. En el imaginario social, todo ello se reserva a los cuerpos europeizados que no fácilmente podrán ser identitarios dentro del contexto mexicano.

Al inicio, este objetivo puede parecer enorme, pero se construye de pequeñas acciones cotidianas. Según recomendaciones de Planned Parenthood, lo primero que se debe planificar como madre o padre, es tener en claro qué valores se quieren transmitir desde la aceptación de la diversidad humana. La idea “todos los cuerpos son hermosos”, nos puede servir como directriz.

Una vez definida la lección que se quiere transmitir, ésta debe de servir para abrir conversaciones en una atmósfera de seguridad y confianza. Esto debido a que muchas veces, las niñas, adolescentes y mujeres vivimos estas presiones de manera solitaria. En relación a ello, desarrollamos las claves siguientes:

1. La salud, física y mental, primero. Todo lo demás después

Debido a que la belleza se maneja en la imaginación de las personas, estas conversaciones deben ser desde una óptica realista. Hay que enfatizar que lo primero es cuidar la parte psicológica, porque desde ahí es donde se percibe o se rechaza la corporeidad. Aún cuando no se perciba un problema, se recomienda ampliamente acudir a psicoterapia, pues solamente alguien profesional puede encontrar y orientar a nuestras hijas en su forma de autopercibirse.

Por otro lado, ya en el día a día, si hay que hablar sobre lo hermosas que son las modelos de una revista, es importante matizar esa admiración. Por ejemplo, señalar que la mayoría de las imágenes que vemos en publicidades han sido retocadas digitalmente, editadas, seleccionadas y que favorecen estereotipos raciales, de edad y de delgadez y roles que no son necesariamente sanos o convenientes.

De igual manera, si se desea comenzar una dieta, recalcar que cada cuerpo es diferente y requiere fuentes nutricionales específicas, mientras recalcamos que la importancia recae en la salud, más que en la estética.

2. Haz hincapié en lo irrepetible que es tu hija

Se recomienda celebrar a cada individuo como una experiencia única e irrepetible con fin de ayudar a que consideren las diferencias como particularidades especiales, en vez de estigmas que deben cambiar. Es importante no comparar ni hacer comentarios negativos, sino concentrarse en las fortalezas de estas características.

Por ejemplo, si su hija se queja del tamaño de sus piernas, la recomendación que propone la psicóloga D’Arcy Lyness es que, en lugar de afirmar esta preocupación, se mencione que las piernas fuertes ayudan a correr maratones.

3. Cuida y aprecia tu propio cuerpo

Es importante abrir conversaciones en una atmósfera de seguridad y confianza en la que nuestras hijas puedan expresar sus preocupaciones, experiencias o dudas. Paralelamente, es importante practicar lo que decimos. Es decir, tiene más potencia incentivar el cuidado por nuestro cuerpo si las personas que nos impulsan lo cuidan también.

4. Den cuenta de lo increíble que es el cuerpo

Por parte del aspecto identitario y psico-emocional, se recomienda no sólo atender a la reconciliación del cuerpo en cuanto a tamaños o colores, sino también a las posibilidades que éste nos da. Dicho de otro modo, a la vez que se acepta el cuerpo, también se debe enfatizar el potencial que tiene para, por ejemplo, realizar un trabajo. Así, reconocer un talento, un logro o un esfuerzo ayuda a mejorar la autopercepción y la autoestima y a confiar más en nuestro cuerpo y las capacidades que nos permite.

Así es que podremos generar estrategias que después las niñas podrán aplicar autónomamente. El objetivo es que se sientan, poco a poco, conscientes y seguras de su lugar en el mundo, además de alentarlas a enorgullecerse de sí mismas.

5. Neutralizar la presión de los pares

Más allá de lo que exaltan las revistas, las redes sociales o los medios sobre lo que se espera de la belleza, quizás sean las propias exigencias irracionales de los chicos y chicas de su edad las que estén creando en tu hija esa ansiedad hacia su propio cuerpo.

Con tiento hay que hacerle entender que no hay cuerpos “normales”, sino cuerpos “normalizados”. Ello implica que no hay cuerpos mejores y reconocer que, a pesar de ello, hay muchos cuerpos que son injustamente excluidos porque no se apegan a esta “normalización” arbitraria.

Más peligroso aún, hay características corporales que se asocian con adjetivos negativos como: malo, feo, inútil, poco deseable, no merecedor, etc. Entonces, es importante reconocer que la “belleza” no existe fuera del ser humano, sino que es el ser humano quien la define.

No hay cuerpos que sean naturalmente bellos, sino un espectro tremendamente diverso de experiencias humanas. Nuestra apariencia, nuestra identidad, es sólo nuestra y por definir: somos sólo nosotras quienes podemos decidir sobre la vida que queremos.

No nos olvidemos de que enseñarles a aceptar y valorar otras experiencias (o a las otras mujeres) será igual de importante, para hacer consciencia de que las y los que existen a nuestro alrededor, probablemente viven algunas de las inseguridades que nosotras conocemos.

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