¿Cómo saber si estás fomentando el machismo en tus hijos e hijas?

Antes de cuestionar si fomentamos o no el machismo en la familia, es importante que nos preguntemos si realmente entendemos qué es machismo.

Por Mariana Mendoza 

Cuando supe que escribiría acerca del machismo me sentí emocionada y al mismo tiempo noté que se iba formando un abismo de preguntas que crecía rápidamente. La primera incógnita que surgió fue: ¿Sé que es machismo? Estoy segura que como yo muchos tendremos la misma pregunta. La razón es que mi percepción sobre este término está directamente influenciada por encabezados de noticias, carteles de protesta, tuits, posicionamientos de figuras públicas y más. 

Al buscar en internet el significado de machismo, lo primero que encontraremos será esta definición de diccionario: “Actitud o manera de pensar de quien sostiene que el hombre es por naturaleza superior a la mujer”. Observar con un poco de detenimiento será suficiente para percatarnos que este concepto se queda corto a la realidad.

El machismo tiene grandes alcances. No lo practican sólo los hombres y no afecta sólo a mujeres. Es importante que, como padres, antes de adelantarnos a cuestionarnos si fomentamos o no el machismo en nuestras hijas e hijos, nos detengamos a cuestionarnos qué entendemos por machismo, sus efectos, qué de ellos hay en nosotros, cómo repararlos y por último pensar el acompañamiento que queremos dar.

Es muy común la creencia de que el machismo existe únicamente cuando se acosa a una mujer, cuando se infringe explotación, violencia física o cualquier agresión “mayor”. Sin embargo, esta problemática social va más allá, sus manifestaciones se encuentran en pequeñas acciones diarias, pensamientos “inofensivos” y no sólo afecta a niñas y mujeres.

“Yo no soy machista” (Spoiler: sí eres)

Luis Bonino, psicoterapeuta argentino acuñó en 1990 el término “micromachismo”, definiéndolo como: “Comportamientos cotidianos que fuerzan, coartan, la autonomía de las mujeres”. Aunque este nuevo concepto sigue refiriéndose a la mujer como única afectada, apuntar la idea de la frecuencia con la que se presentan los micromachismos, fue una invitación a visibilizar la frecuencia con la que suceden estas pequeñas, pero lesivas, acciones. 

Cuántas veces hemos escuchado o dicho expresiones como: “mira como maneja, seguro es mujer”, “el rosa es para mujeres”, “así son los hombres”, “seguro le está bajando”, “no seas niña”, y la espantosa “los hombres no lloran”. Puede ser que creamos que cualquiera las dice, y sí, son tan comunes que pasan desapercibidas. Por eso se les llama micromachismos. Su trasfondo está cargado de un castigo implícito a todo lo que relacionamos con lo femenino (y por extensión, con lo masculino), con la sensibilidad, el cariño, el reconocimiento y que la aceptación hacia nosotros mismos dependa del consentimiento de la sociedad.

“Todas las personas son afectadas por prácticas machistas, los hombres por ejemplo, no pueden hablar de su dolor, no pueden llorar, no pueden expresar sentimientos que tienen que ver con tristeza, con preocupación, con miedo pero las mujeres y las disidencias sexuales son las principales violentadas de estas prácticas machistas”, dice Eréndira Derbez, ilustradora, historiadora y coautora del libro ‘No son micro. Machismos cotidianos’ en entrevista para Revista Educativa.

Por fortuna, la discusión acerca de los micromachismos ha crecido. En concreto, “son gestos, dichos, conductas y actitudes de violencia sútil” menciona el libro No son micro. Machismos cotidianos de Claudia de la Garza y Eréndira Derbez. Ejercer esta violencia puede significar la diferencia en la salud mental de nuestras hijas e hijos. 

Bajo la premisa de que “Educar con el ejemplo es la mejor forma de educar”, debemos comenzar por reconocer en nosotros el machismo en todas sus formas, las obvias y sobre todo las sutiles y micro, y erradicarlas, sólo así será más simple (aunque no fácil) educar libre de estas conductas.

Cariño vs. machismo

Una escena que seguramente todos conocemos: Madre e hija recogen y lavan los trastos después de la comida. Mirarla desde fuera, creyendo que es completamente normal, es parte de cómo hemos sido educados y no por ser normal es lo correcto. Vayamos más a fondo: el papá se acerca y dice “yo les ayudo”, y se pone a lavar. Parecería que con esa acción dejó de ser machista, pero ¿qué creen? Sigue siendo machista. Decir que les va a ayudar es de hecho un micromachsimo. ¿Ayudar? ¡No se trata de ayudar, cuando todos viven en la misma casa!

Los quehaceres del hogar no llevan etiqueta de género: no es de mujeres hacerlos. Asumir que el hombre da su ayuda a las mujeres, implica que esa labor tendría que ser propia de las mujeres y que el hombre, magnánimo, condescendiente, buena onda, les está dando apoyo y que al hacerlo, deja de ser macho. Debemos ir más allá y hacer introspección. Si el hombre hubiera dicho: “No, no. Yo lo hago. Hoy me toca”, habría evitado el micromachsimo. Para romper los estigmas de género debe de hacerse entender que, en este ejemplo, quien recoja la mesa o lave los trastos está realizando un acto de cariño y de cuidados al otro, no un deber y no una ayuda.

“Es dolorososisímo porque empiezas a cuestionar la educación que tuviste en tu casa, en tu familia, tus papás, gente que quieres y que te das cuenta que también pueden ser violentadores, es difícil pero es elemental si lo que buscamos es una crianza desde el amor”, dice Eréndira Derbez, acerca del proceso personal que los padres decidieran comenzar. 

Espero que este sea el comienzo de muchas dudas, que busquemos soluciones a un panorama nublado que de forma profunda y “silenciosa”, que nos afecta gravemente como sociedad y que a pesar de las actitudes que hayamos tenido antes sepamos que la culpa no tiene lugar aquí, porque la piedra roseta para educar sin machismo es el cariño propio y la determinación de trabajar en el presente que construye un futuro libre para todas y todos. 

Para saber más:

Eréndira Derbez Campos, Claudia De La Garza Galvez. (2020). No son micro. Machismos cotidianos. México: Grijalbo.

-->