Cinco cosas a evitar para que tu hijo adolescente tenga una mejor educación sexual

Sabemos que no hablaron mucho de esto contigo, pero es momento de cambiar los papeles y por lo tanto, los resultados. Logremos que la sexualidad sea un tema admitido en la confianza del núcleo familiar.

Si te pregunto cómo fue tu educación sexual, ¿podrías definirla? Muchas generaciones, como es mi caso, estarán de acuerdo en decir que no tuvimos una buena educación sexual o —lo que es más común— que no tuvimos educación sexual en absoluto.

Esta cadena de desinformación genera nudos en el tejido cultural y falta de conocimiento personal, además de afectar nuestra identidad. Queremos decir que este hecho impacta directamente en cómo nos relacionamos y cómo se relacionarán nuestros hijos socialmente.

La adolescencia como etapa de transición a la juventud, es cuando se desarrollan los caracteres sexuales secundarios pero también cuando se consolida la identidad. De aquí que estés frente a un momento decisivo en la vida de tu hija o hijo.

Lo primero es entender que la educación sexual no es una plática sobre cómo ocurre la reproducción humana. Como describe el texto Educación sexual preventiva en adolescentes de J.A. Thimeos, Doctora en Pedagogía Social, “la sexualidad abarca el sexo, las identidades y los papeles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexual. Se vive y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, papeles y relaciones interpersonales.”

En nuestro país esta charla sobre “sexo” tiende a ser reducida al aspecto biológico por sugerencia de las agendas escolares, o se aborda desde campañas de prevención, también muy enfocadas a un fragmento del todo, como el uso de preservativos.

Reconocer lo que compone la sexualidad, nos sirve para que atendamos todo el espacio que ocupa en nuestras vidas. De esta forma sabemos que la educación sexual debe tener lugar tanto en casa como en la escuela para que los adolescentes puedan desarrollar su identidad sanamente.

Según la Organización Mundial de la Salud, en la sexualidad influyen factores que van desde lo biológico, psicológico, social, económico, político, cultural, ético, legal, histórico, religioso y espiritual. Esto vuelve complicadas las cosas, ¿verdad? La buena noticia es que mientras leías esta introducción, el primer problema común al hablar de sexualidad se resolvió: cuando trates el tema con adolescentes haz todo por no reducirlo a sexo o género. Actuemos desde la historia de nuestra sexualidad para reforzar la de ellos.

La investigación Influencia de los padres en la educación sexual de los adolescentes de Esther A. Caricote, especialista en Salud y Desarrollo de Adolescentes, analiza la experiencia de los padres para proponer. De este texto rescatamos las cosas que no debemos hacer a la hora de hablar de sexualidad para mejorar y actuar desde ahí:

No comunicar basados en control y autoritarismo

Una tendencia observada en el estudio de Esther A. Cariote es que los padres intentan hablar sobre el tema por medio de imposiciones o de manera negativa. Lo anterior debido al miedo que pueden tener porque su hija o hijo no mida sus decisiones sexuales. Es difícil tener una comunicación asertiva cuando nuestros padres no nos han comunicado bien, pero intenta partir de un diálogo y no de prohibiciones para que el adolescente te escuche.

No evadir y dejar “la plática” en manos de tu pareja

Está normalizado que los padres hablen de sexualidad con sus hijos y que las madres, a su vez, con sus hijas. Es correcto que compartir el mismo sexo abre espacio a dudas más específicas y empatía entre los pares que es benéfico para abordar el tema. Sin embargo, no debemos delegar la tarea de hablar de sexualidad a sólo uno de los padres. Suelen ser las mamás las que intentan fungir como confidente de la o el adolescente, pero su desarrollo estará más nutrido si ninguno de los padres evade la responsabilidad.

No negar espacio a las emociones

A veces somos nosotros mismos, como adultos, los que cancelamos el espacio para hablar de cómo nos sentimos. Quizá evites estar molesto o triste enfrente de tus hijos adolescentes para evitar las preguntas o que se sientan mal, pero dar espacio a las emociones supone una herramienta importante para la educación sexual. Si ellos pueden hablar de cómo se sienten contigo, tú podrás ayudarles a desarrollar temas como el consentimiento, la atracción o el deseo, el acto sexual o los procesos hormonales. 

No creer que es trabajo de las escuelas

No podemos desentendernos del papel fundamental que tenemos en el imaginario y desarrollo de los adolescentes. Sí, la escuela tiene que contar con muchas herramientas para enseñar a los adolescentes qué es la sexualidad. No obstante, situarnos positivamente ante nuestra propia sexualidad será la fundación para que nuestros hijos adolescentes lo hagan también. 

Nunca creer que con una plática basta

Los adolescentes reciben todo el tiempo mensajes en relación a la sexualidad que van generando respuestas y, sobre todo, preguntas. Atendiendo que el comportamiento sexual no es instintivo sino socializado, lo mejor será que repases continuamente qué es lo que pasa por la cabeza de tu hija o hijo. No te quedes satisfecho después de una buena charla sobre sexualidad, cerciorarte de que no hay una idea equivocada por ahí que pueda perjudicar sus decisiones.

La sexualidad es un proceso que se extiende en la totalidad de la vida de cada uno de nosotros. La etapa adolescente de tu hija o hijo, es el mejor momento para que juntos vayan rompiendo los tabúes alrededor de lo sexual. Verás que descartando las malas maniobras que mencionamos antes, contribuirás a que ellos integren su sexualidad de la manera más orgánica posible. Es una tarea del diario que ahora se multiplica por dos: la de tener una actitud sana y analítica hacia nuestra propia sexualidad y la de acompañar a los adolescentes para que ellos lo logren también. 

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